Escribir en Andalucía

Juan Bonilla no ha necesitado disfrazarse de andaluz para ser un escritor en el sur. Cuando se es jerezano tiene su mérito

Quizás sea posible abrir un paréntesis mental entre tanta estadística hospitalaria y acudir, en estos días, a un viejo y rutinario fármaco de efectos comprobados: la lectura de un buen libro. Exige, de todos modos, un cierto esfuerzo: hay que saber elegirlo. Por fortuna, la noticia reciente de un galardón nacional, que, por esta vez, hace justicia literaria, facilita una oportuna recomendación. A la obra de Juan Bonilla Totalidad sexual del cosmos le han concedido el premio de narrativa del 2020. Ojalá este reconocimiento, en estas tardes de encierro, le atraiga nuevos lectores. Estas líneas solo pretenden insistir en su calidad. Analizarla exigiría un espacio que permitiera conectarla con los valiosos títulos que la han precedido. Por tanto, aquí, ahora, solo se quiere, con motivo del premio, aludir a dos características de su autor. Juan Bonilla es andaluz, un dato que han señalado los medios al dar la información del premio. Pero, conviene añadir que pertenece a esa singular clase de escritores andaluces que nunca se ha preocupado, ni por los temas ni por el estilo de sus enfoques, de ejercer de andaluz, o, como dijo Cernuda, no ha necesitado disfrazarse de andaluz para ser un escritor en el sur. Y esto, cuando se es, además jerezano, tiene su mérito. Por ello, su caso es buena ocasión para repetir, una vez más, que los nacimientos no imprimen carácter. Se debe escribir de los asuntos que se aprecian, conocen y gustan. Un autor elige un mundo, próximo o lejano, lo hace suyo y lo transforma en realidad literaria si tiene la sensibilidad apropiada. Flaubert no necesitó ser Madame Bovary para inventarse y darle vida propia a su vivísima protagonista femenina. La literatura, con sus muchos puentes y el poder de la imaginación, sirve para que un escritor no se quede atrapado en el campanario del barrio, el pregón costumbrista o la taberna de la esquina (aunque alguna vez se haga una incursión). Se puede escribir en Andalucía, estar arraigado en Andalucía y evocar, fundadamente, lo que ha sucedido en Rusia o en México y escribir con la mayor verosimilitud sobre ello. Y el lector se lo cree si el pacto fáustico con la literatura está bien trabado. Un pacto que Bonilla lo ha conseguido aliándose con los libros, con la ilusión del que sabe que en ellos está todo. Estos le han proporcionado lo necesario para levantar el andamiaje de sus obras. Es difícil encontrar un autor tan entregado a los papeles impresos. Les rinde culto, los tiene en un altar. Luego los exprime y le salen unas obras tan llenas de vida que pueden calmar, como el mejor fármaco, el desconcierto de estos días tan grises.

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