HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Escribir al hilo

N o me mueve, aunque lo haga en ocasiones, escribir sobre lo que han publicado los periódicos el día anterior. Una opinión, acertada o no, la tiene cualquiera y darla en un artículo no es complicado. La forma en que se dé dependerá de la habilidad de quien escribe. Este fin de semana ha estado la prensa repleta de noticias intrascendentes, ridículas acaso, y de otras asombrosas por lo que suponen de injerencia en la libertad individual y aun en las conciencias. Presentar la ampliación del aborto como una conquista progresista del feminismo y de la izquierda, es mucho imaginar. Legislar sobre la eutanasia, no es que sea de izquierdas o de derechas, más bien es la idea fascista de eliminar a gente que ya no aporta nada y cuesta el dinero. No estoy contra la eutanasia en muy concretos casos, sino que me parece muy difícil hacer una ley permisiva que evite el tránsito al otro mundo de abuelitas con la cabeza perdida y la bolsa llena.

Tanto el aborto como la eutanasia repugnan a la conciencia de muchos médicos, donde los gobiernos no deben entrar sin grave peligro de la libertad. Tanto uno como otra han existido siempre. Los antropólogos nos amargan el día cuando nos cuentan la manera de regular la natalidad entre la población más pobre de los países pobres. Cuando una práctica social ilegal se extiende y no se trata de simple delincuencia, lo mejor es legalizarla con extrema prudencia, poniendo trabas más que dando facilidades, dejando a la conciencia moral ciertas decisiones con leyes muy claras, para no convertir en una frivolidad lo que para muchas personas supone una tragedia. Durante toda la Era Cristiana se hicieron pasar abortos provocados por naturales y el infanticidio, por accidente. La Iglesia lo sabía, pero no podía sino predicar, imponer una penitencia, casi siempre a la madre, por negligencia y dejar a Dios el Juicio Final.

La eutanasia es una idea más moderna. En otros tiempos se recurría al asesinato impune sin más y, además, no se vivía tanto. Muchas enfermedades que hoy son corrientes, eran raras hasta tiempos recientes y la vida no se alargaba con medios artificiales. El problema de conciencia en este caso es de otra índole porque media la voluntad del enfermo. Pero, de la misma manera que la actual legislación sobre el aborto tiene su coladero, la de la eutanasia lo tendrá también, y no parece decente mandar al otro mundo a nadie sin su permiso y sin muchas razones de peso. Ni el aborto ni la eutanasia son de izquierda, como no lo son el daltonismo ni la homosexualidad, a menos que se le quiera dar ideología a realidades existentes mucho antes del nacimiento de los conceptos izquierda y derecha. Es una gran falsedad y un engaño cruel para los incautos presentar como conquistas de la izquierda, progresistas, feministas y humanitarias lo que no son sino males sobre los que hay que legislar.

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