EN los últimos días, he tenido la mala suerte de cruzarme, mientras conducía, con varios coches que de repente disminuían drásticamente la velocidad y comenzaban a desviarse hacía el carril contrario. Cuando vas al volante y te encuentras con una situación como ésta, frenas y agudizas todos tus sentidos para ser capaz de reaccionar ante cualquier adversidad. Cuando el coche vuelve, de un volantazo, a su vía, tú lo adelantas enseguida con cierto despecho y anhelo de deshacerte de este 'obstáculo inseguro'. Todas y cada una de las veces que adelanté a estos vehículos en las últimas ocasiones, vi a un piloto cabizbajo, con una sola mano al volante y con la mirada clavada en el móvil. Escribir al volante es infinitamente más peligroso que hablar por teléfono o fumar, pues en estos casos, al menos, puedes mantener la mirada en la carretera. Sin embargo, cuando conduces y escribes a la vez, ni manos, ni vista, ni atención te quedan. Ya nos lo advierte la DGT por activa y por pasiva con sus impactantes anuncios. Resulta inconcebible que haya tanto insensato suelto.

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