Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La España castigada

Unade las primeras alertas sobre lo que pasaría en las arcas públicas, el consumo, la producción, ¡el empleo!, las cuentas corrientes de los hogares o la deuda tras el ataque del Covid-19 la leí a mediados de febrero a un articulista económico de esta casa, Fernando Faces, con un título canónico y posteriormente recurrente: "Economía del coronavirus". Faltaba un mes para la orden de confinamiento. Desde entonces, y también tras la reclusión menor, hemos hecho un máster en epidemiología, un título extraoficial con menos papeles que una liebre y a pesar de ello lleno de certezas, de verdades como puños (y sus correlativos puñetazos). Recordemos varias de ellas, que todos hemos esgrimido. Por ejemplo "de la crisis sanitaria a la crisis económica y, de ahí, a la crisis social" con o sin ayuda de los dedos de la mano bien enhiestos, pulgar, índice y corazón vibrando en secuencia. "Si los españoles fuéramos como los suecos, podría ser sensato confiar más en la responsabilidad de las personas, y no ser tan severos con el confinamiento", otra verdad incontrovertible. Qué decir de las mascarillas, que pasaron de innecesarias -hagamos innecesario lo que no está disponbile, ¡alehop!- a impresicindibles, e incluso objeto de estilismo. Ojalá con el tiempo nos muevan a la sonrisa las fotos de actos públicos con los asistentes de media etiqueta y embozados cual facinerosos del lejano oeste, esas fotos que actualizan aquello de "Yo estuve allí" con un "aunque no se me reconozca".

Hay quien sigue pensando que todo esto es una confabulación planetaria, y que uno de sus muñidores es nuestro propio presidente. Conozco a varios que insinúan eso, y lo dicen sin empacho… igual que dicen que la Tierra es plana y que lo de que Dios hizo al mundo en siete días es literal, y no didáctico: fue una semanita difícil, pero después el Hacedor descansó.

Lo que sí es incontrovertible es que esto nos va a costar un pellizco, pero uno de tenazas: la economía suele ser más terca que una mula. Una mula holandesa, en este caso. Los gobernantes de Países Bajos, con los suecos a la caja, nos cantan las cuarenta, haciendo caso omiso de un hecho claro: Italia y España son víctimas en este caso, y no pícaros e irresponsables. Empalmar dos crisis es muy duro. Y si los neerlandeses se llevan el gato al agua, cubrir los agujeros de la pandemia nos costará una nueva carga en la mochila de nuestros hijos en forma de préstamo, y serán pocas las ayudas a fondo perdido. Y en ambos casos, la condicionalidad impuesta desde el exterior -recortes y subidas de impuestos-estará servida.

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