España invertebrada

Cien años después de su publicación, el libro de Ortega sigue sirviendo para explicar la realidad española

Produce escalofrío recordarlo, pero este llamativo y alarmante título ya tiene un siglo. En 1920, Ortega escribía en las páginas del diario El Sol unos apuntes que recogería, en forma de libro, al año siguiente. Han pasado cien años y su diagnóstico sobre la "grave enfermedad" que España sufría entonces continúa vigente y, lo que es aún más triste, el mismo mal puede ser, ahora, de nuevo analizado y explicado casi con sus mismas palabras. Porque aquellas situaciones conflictivas apenas han cambiado. Sobre todo, en lo que atañe a lo que llama los particularismos regionales. Estos continúan atenazando la convivencia de todos los ciudadanos. Y en este siglo transcurrido, el poder de esos particularismos para disgregar y desunir no ha menguado, por el contrario, se incrementa cada vez que surge ocasión oportuna. Y el mejor ejemplo de esta falta de entendimiento -de incapacidad para compartir unas mismas propuestas- puede encontrarse en un momento como el actual, tan lleno acritud y desconcierto. Por eso, releer este libro - que apenas ha envejecido- puede ayudar a comprender cuál es la enfermedad crónica de España. Pero el interés de estas centenarias páginas orteguianas no se quedan en clarividentes alusiones a los separatismos catalán y vasco. En su opinión, éstos responden a la misma mecánica de disgregación y dispersión instalada en España tras el desprendimiento de las posesiones ultramarinas. Son dos particularismos encerrados en el señuelo de conseguir beneficios en sus compartimentos estancos, alimentados solo por odio y rencor a los otros, a los supuestos opresores. Mas se han sentido incapaces de crear y proponer, ni siquiera para los cantones de sus propios seguidores, "un nuevo y sugestivo proyecto de vida" (en palabras de Ortega).

Pero el peligro de los particularismos tiene muchos más frentes, más allá de los separatistas. Y la defensa no está en el unitarismo (que el autor considera el reverso de "un producto de cabezas catalanas y vascas") sino en contrarrestar "el nihilismo" (el concepto también es de Ortega) que se ha instalado en los otros particularismos y nombra expresamente a Andalucía. Buscar la vertebración de España fue la tarea que nuestro filósofo se propuso al escribir este libro, porque no quería vivir como un "sonámbulo" los problemas de España. He aquí una de sus propuestas: "No es necesario ni importante que las partes de un todo coincidan con sus deseos y sus ideas; lo necesario e importante es que conozca cada una, y en cierto modo viva, los de las otras."

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