Desde el Areópago

Miguel Ángel Montero Jordi

España: Progresista de mente y tradicional de corazón

Me da mucho coraje cuando en múltiples conversaciones en las que me encuentro presente, muchas de las personas que comienzan a hacer sus valoraciones y críticas políticas, abiertamente dicen que no han ido a votar porque no sirve para nada o porque no creen en los políticos que hay. Inmediatamente mi respuesta y mi pensamiento es que una persona que no ha ido a votar por pereza o desgana o desencanto político, ha perdido desde ese mismo momento todo derecho a criticar o denunciar las políticas de cualquier partido político.

El que no vota no tiene derecho a criticar después. Las protestas no se hacen en las barras de los bares, en las tertulias de familia, en las manifestaciones de las calles, o en los asentamientos de plazas de España con pancartas y velas encendidas. ¡Las protestas en las urnas!

Ha costado mucho trabajo en nuestro país tener elecciones libres y democráticas para que en un día como hoy haya un jerezano tomándose un buen ajo caliente con un mostito en familia y con amigos, y que al mismo tiempo que dice que no va a ir a votar, se lleva toda la comida criticando a los políticos.

A todo aquel católico que lea este artículo quiero recordarle que votar no sólo es un derecho constitucional, sino un deber moral de responsabilidad social que hay que ejercer. Pero, ¿a quién debería votar un católico? Pues contestando realmente hay que decir que no existe ninguna formación política que se pueda llamar católica. El 'católico activo' debe votar en conciencia y coherencia con la propia fe y convicciones personales y por tanto siguiendo esta orientación votará al partido político que vaya menos en contra con el Evangelio o los temas esenciales de la doctrina de la Iglesia.

Yo creo y defiendo el estado laico, es decir, aquel estado que no identificándose con ninguna confesión religiosa, propicia y apoya en la esfera pública y privada la libertad religiosa de los ciudadanos, ya que la ve como un valor positivo y no una amenaza política y social.

Sin embargo, vemos en España a muchos políticos laicistas, que como ya vieron en otro tiempo que la verdad de la fe acabó con sus ideologías, tienen un fundado miedo a la Iglesia y a la fe viéndolas como potenciales enemigos.

Todos los programas políticos tienen de manera indirecta cómo se van a relacionar con la Iglesia católica en materia de moral, educación concertada y conciencia, por tanto un católico deberá votar a aquel partido que menos daño haga a su familia y a la Iglesia a la que pertenece.

El español se casa en el juzgado y luego va a sacarse una foto y llevar el ramo de novia ante la Virgen de su hermandad que lleva como costalero entre sus hombros. Muchos españoles no van a Misa, pero hacen todo tipo de ilegalidades para que sus hijos entren como sea en el colegio concertado católico. Los españoles son progresistas de mente y tradicionales de corazón y esta mezcla de mente y corazón es lo que vamos a ver como resultado en las próximas elecciones.

Pero no olvide nadie una cosa al final en la vida práctica del día a día y por encima de todo lo que manda es el corazón.

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