La Resaca

bernardo / Palomo

Estacionario dentro de la gravedad

LOS que fueron al partido pensando que verían a los futuros grandes jugadores del Madrid, se quedaron con la miel en los labios. Muy poco aportaron los chavales que entrena el "amigo" de Mourinho. De todas maneras, las futuribles figuras supusieron un atractivo a un partido que, tal y como están las cosas, muy poco interés despertaba.

El Madrid chico salió vestido del Valencia moderno -el de antes iba de blanco entero- y durante veinte minutos pareció mucho más de lo que fue después. Para colmo, Rafa García, de manera infantil, se autoexpulsó dejando al equipo a merced de un contrario que no fue capaz de hacer más daño. Además, el árbitro, en la peor línea de sus colegas colegiados españoles, hacía de las suyas pitando con una mínima ecuanimidad y siempre perjudicando a los xerecistas.

Afortunadamente, lo que nos temíamos no se llevó a efecto porque, como decíamos, los madrileños no eran tan fieros como se pensaba y resultaron más bien jugadorcitos del montón que, a lo mejor, pueden eclosionar en grandes figuras, pero no será por lo que demostraron la fría tarde del sábado. El señor Vigo fue expulsado por esa ley arbitraria de nuestro fútbol por la que no se puede contradecir a los árbitros.

De todas maneras su no presencia en la banda no contribuyó ni a empeorar lo que ya era malo ni a mejorar lo que no era bueno. El partido fue un tostonazo durante muchos minutos, hasta que llegó el gol contrario que acabó con un partido que fue tan malo como los que estamos acostumbrados a ver toda la temporada.

Se acabó la tarde con la sensación de que el enfermo seguía estando más grave y que su recuperación sólo sería por una especie de milagro o que, un nuevo fármaco salvador se inventara antes de que junio impusiera su ley definitiva. Se pitó con fuerza al árbitro, pero sólo por quemar el malestar acumulado y descargar una impotencia que liberase energías maléficas. Una nueva derrota -y van trece jornadas sin saber lo que es ganar- que no hace sino manifestar la realidad esquiva de este club, más que a la deriva, en medio de un temporal de consecuencias poco esperanzadoras.

De todas maneras hay que decir que, a pesar de todo, con el mal juego imperando durante todo el tiempo, quisimos atisbar un cierto interés futbolístico que no era el propio de otras tardes. A lo mejor todo no está perdido. Pudiera ser que el fármaco liberador de un buen resultado atemperara los padecimientos y aclarara la gravedad que, todavía, sigue estacionaria.

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