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LOS días que van desde el fin de año a la ofrenda de reyes son los más especiales del año. Sobre todo porque no hay noticias políticas de interés. Las noches de espera de los Reyes Magos llevan aparejadas la fantasmagórica desaparición de los reyes de la política. La casta sectaria de los responsables de los recortes se van de vacaciones navideñas en busca de un más que dudoso e inmerecido descanso de recarga de pilas para poder seguir en sus trece el resto del año. La mayoría de ellos se dedican a no molestar, a desaparecer de portadas, a esconderse tras los días de consumo y comilonas, y como mucho se atreven a hacer balance del pasado y a anunciar políticas de futuro. De esa manera pasan a ser los más invisibles de la sociedad. Aun así, acostumbrados como están al protagonismo barato, ya se encargan de poner cara de pastorcillos de arcilla, de corderito con lazo rojo e incluso de paje real bonachón para demostrar que no son tan fieros como los pinta el resto del año. De ahí que parece que se sientan mal, que respiren desubicados, con un punto de verse ignorados que no les gusta, con una pizca de desazón por dejar de ser los prota, y un cosquilleo nervioso por si el olvido llega a ser permanente durante el resto del año. Pero no podemos confiarnos. La tranquilidad puede ser traicionera. La paz y el sosiego son una cortina de humo. Seguro que están maquinando algo, se están reuniendo en los antros de costumbre para volver a las andadas en cuanto las pisadas de los camellos desaparezcan por Torremelgarejo, y andan elaborando propuestas para volver a retomar el número uno de la orden de mérito de los despropósitos machacantes para los demás que no se dediquen al noble arte de organizar las polis del siglo XXI. Sería interesante que no llegaran los de Oriente, así no tendríamos que volver a encontrarnos con los sepultureros de ilusiones al día siguiente. Pero siendo inteligentes mejor que lleguen de Oriente, con sus presentes, y sus futuros. Por retomar ilusiones y porque hay que volver a ser niño para poder verlos.
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