HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

La Europa homófoba

En España hemos pasado de la Ley de Vagos y Maleantes a subir a los altares a los zerolos casi sin sentir, sin tiempo para asimilar el cambio de un pensamiento y un rechazo populares muy arraigados. Las sociedades cambian sus costumbres cuando hace falta o cuando dejan de ser útiles, pero no a la carrera, y como la especie humana no cambia en sus constantes perseguidoras, lo que ha hecho hasta ahora es convertir a los perseguidos en perseguidores. Todo sigue igual pero con el signo cambiado para que tengamos siempre alguien a quien perseguir. Todavía con Franco vivo defendíamos ante nuestros amigos progres que no se debía hacer bandera de las circunstancias personales de nadie, sino mirar la calidad de la persona. La homosexualidad o la heterosexualidad no son garantía de nada: tontos y listos, genios y majaderos hay en cualquier grupo humano, como entre hombres y mujeres, duques y jornaleros.

Lo deseable en un régimen democrático normalizado, aunque necesitado de reformas urgentes, es que no hiciera falta defender a nadie de las particularidades de su vida íntima. Cada cual tiene recursos para defender su intimidad, sus gustos y tendencias sin tener que llamar a la policía y sin despertar interés morboso. El interés morboso por la homosexualidad ya debería ser una homofobia, pero de los sentimientos privados y de los rechazos adquiridos no se puede legislar. Otra cosa es que haya agresiones. En ese caso la ley actuará igual que con las agresiones por otras causas. Las leyes favorecedoras, las acusaciones y denuncias y la ostentación ordinaria aumentan el rechazo a la homosexualidad y le hacen más mal que bien. Discreción y no dar explicaciones ni acogerse a la cultura de la queja, naturalidad sin ocultación quizá sea la fórmula. Y darse a respetar: el respeto se gana, no se regala.

En Europa sigue habiendo homofobia porque estas cosas no cambian con las leyes. Suecia y Holanda son países indiferentes ante la sexualidad ajena, que es la postura mejor, siempre que nadie pretenda llevarse al vecino al huerto. A la mitad de los españoles y los alemanes les da igual lo que cada cual haga en su casa. Por debajo de la mitad están Francia, Reino Unido e Italia, y muy por debajo desde Austria hasta Rusia pasando por los países que estuvieron bajo la revolución reaccionaria rusa. Sumando, la homofobia supera con creces a la homofilia o a la indiferencia, que, como digo, es lo más sensato. Pero hay un problema no resuelto: los niños. Los escolares niños y adolescentes son aplastantemente homófobos en todas partes. No sé si, como se decía, los niños dicen la verdad, pero lo cierto es que no soportan a un mariquita como compañero. De nada valen las admoniciones de los profesores. Los niños cambian a otro ritmo, mientras que los mayores disimulan y se adaptan a las normas.

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