HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Europa primero

DURANTE la imposible I República Española el cantón de Cartagena pidió unirse como un Estado más a los Estados Unidos, entonces admiración de los federalistas exaltados. No sé siquiera si hubo contestación a salida tan impropia; pero, si la hubo, sería dando largas al descabellado ofrecimiento. Pongo esta curiosidad como ejemplo de que los españoles, gracias a nuestros políticos, hemos vivido momento peores que el presente en la empresa de disgregar España. No solamente España es una unidad histórica que costará mucho trabajo fragmentar y muy poco unir, sino que lo es Europa. Los nacionalismos del metro cuadrado, se decía antes, son enfermedades que se curan viajando. Ahora, cuando todo el mundo viaja, la frase ha perdido valor, pero no del todo: lo que ha ocurrido es que ahora sale al exterior mucha gente ignorante y cuando se acuño la frase sólo viajaba gente curiosa e ilustrada.

En bajo niveles culturales se da un tipo de miseria que no es de las mejores: se come todos los días bien y se poseen medios para vivir con comodidad, pero hay escasez y hambrunas cíclicas de alimento espiritual, mucho más graves que las hambres de pan que daban las malas cosechas y los peores transportes de tiempos más difíciles. Para reconocernos en una civilización común europea no basta con tener nociones de geografía, sino visitar la catedral de Colonia o la universidad de Upsala, oír una cantata de Bach o uno de los conciertos para piano de Mozart, leer a Shakespeare o a Dostoyevski, y visitar los museos de Madrid o Praga, ejemplos puestos aquí entre infinitos posibles. Nada, después de conocerlos, nos parece ajeno a nuestros gustos artísticos ni extraño a nuestra cultura, que es una manera de pensar, de vivir y de entender la vida. No digo nada del arte y de la literatura conservados de Grecia y Roma, que es mucho, porque están entre nosotros y allí donde llegaron griegos y romanos.

Los pueblos adoptan de otros las conquistas que hacen la vida mejor y tienden a unirse para ser más fuerte frente a las culturas menos desarrolladas. Esta unión la hacen, como siempre, las clases dirigentes, los jefes. Se dice de las sociedades primitivas nómadas que tendían a hacerse sedentarias y, por el contrario, las sedentarias no deseaban hacerse nómadas, organización social buena y bonita, pero incómoda. Sin embargo, la tendencia humana a volver al taparrabos y a lograr la jefatura de una aldea independiente no la hemos perdido. Para dejarse llevar por estas tendencias antiquísimas hay que borrar las referencias de un mundo mejor o no tenerlas. Nosotros ya no podemos. Grecia, Roma y el cristianismo, con todo lo que comportan, son nuestras referencias y no las tenemos mejores. Europa es nuestra casa solariega, fundada por nuestros antepasados para que fuéramos civilizadores del mundo.

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