la esquina

José Aguilar

Extremadura y Andalucía

YA es como una muletilla. Una cláusula de estilo que utiliza la dirigencia socialista para autoconvencerse, y convencer a otros, de que la pérdida del poder en Andalucía no es inexorable: a la hora de la verdad el PP no tendrá aquí la mayoría absoluta. Ergo, podemos seguir gobernando... si IU quiere.

De modo que las miradas y los anhelos se vuelven hacia Extremadura. No como ejemplo, sino todo lo contrario. Desde la perspectiva del PSOE se trata de que pase en Andalucía en marzo al revés de lo que ha pasado en Extremadura en julio: que el tercer partido (Izquierda Unida) no se abstenga en el debate de investidura para que el primero (Partido Popular) se haga con la Junta, sino que sume sus votos al segundo (Partido Socialista Obrero Español) a fin de que todo siga igual: Griñán, presidente.

La mayor parte de los líderes del socialismo andaluz han interiorizado ya que no van a ganar los comicios de marzo y todas sus expectativas -reales, no propagandísticas- se centran en lograr que el PP no saque la mayoría absoluta que pregonan todos los sondeos, auguran los resultados espectaculares de las elecciones municipales y sugiere la persistencia de la crisis económica, que es la razón más primaria y poderosa de su derrota. Si consiguen este primer objetivo, la meta final será más asequible. Se podrá construir una mayoría, aunque sea de perdedores, para que la Junta se consagre como bastión socialista en una España plagada de gaviotas y coloreada de azul.

Asequible no quiere decir fácil. La predisposición de Izquierda Unida, expresada por su coordinador general y candidato, Diego Valderas, es ciertamente más favorable que en la otra gran ocasión histórica que hubo para una coalición PSOE-IU en el gobierno autonómico (1994). La predisposición del Partido Socialista, ya digo, no puede ser más completa. Lo acaba de declarar una vez más José Antonio Griñán en su entrevista de ayer con el Grupo Joly. Ante una tesitura como la descrita, los socialistas se tirarían de palo a palo.

Pero no tengo tan claro que la alianza para gobernar frente a un PP que rozase la mayoría absoluta -y que manda ya en todos los ayuntamientos importantes y en cinco diputaciones- sea coser y cantar. Supongamos que se vencen los resquemores históricos y se impone el pragmatismo de juntarse contra el enemigo común. ¿Será suficiente? ¿Qué pasaría si IU exigiera en el pacto la Consejería de Economía? ¿Y si en la coalición, por esas batallitas internas interminables, se impusiera como condición que el alcalde de Marinaleda fuera consejero de Agricultura? El programa económico del PSOE y el de IU se parecen como un huevo a una castaña. ¿Podrían gobernar con compartimentos estancos? ¿Sería sostenible? ¿Y bueno para Andalucía?

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