Puedo decir, sin ánimo de cometer un error desmedido, que la ciudad de Jerez es el sitio del mundo con mayor número de esculturas en las calles de peor gusto y de más dudosa calidad artística. Para constatar lo que digo no hay nada más que darse una vuelta - nunca mejor dicho - por muchas de esas rotondas que sufrimos cuantos por ellas pasamos. Y lo malo es que las sufrimos los jerezanos y los visitantes que viene a Jerez a gozar los otros muchos encantos que, aquí, existen. Llegar a la ciudad por la carretera de Arcos y encontrarse con ese engendro que hay en la Granja en honor del motorista es para darse la vuelta y salir huyendo; la bicicleta junto al Cementerio es para morirse - a lo mejor está allí puesta a conciencia -. La rotonda junto al Parque de Bomberos no se queda atrás, la venencia-fuente y el garabato rojo bajo las vías es para coger el tren e irse de Jerez. El monumento a la cofradías y sus vecinos del Mamelón son homenajes al horror. Y, así, llenaríamos mucho espacio periodístico. El otro día se inauguró una estatua en una plaza, recientemente remodelada. Otra obra escultórica de no excelso esplendor artístico se ha colocado en los amplios y muy correctos espacios urbanísticos de la Plaza Belén. Pero la escultura de la niña presenta un problema añadido; problema que no dimana de su estamento escultórico - subjetivo como todo lo que tiene que ver con el enjuiciamiento artístico -. Lo que realmente clama al cielo viene del concepto que encierra la obra y que, me imagino, se exigía en el encargo: Monumento a la niña empoderada. ¡Vaya tela! En el mismo subyace ese manido sentido de la diferencia de género, de la identidad feminista y de eso que, algunos, quieren argumentar, cuando de verdad, lo que se esconde son tontos complejos. Estamos ya hartos de tanto absurdo en favor de una realidad que sólo, a estas alturas, interesa a grupos afectos a pobres, trasnochadas y populistas filosofías. Acudo, una vez más , a lo que tantas veces he manifestado: cuánto echo de menos las Fallas de Valencia, que después de la plantá viene la cremá - más que nada de ideas -.

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