Nuestra familia real comparte con todas las familias normales esa extraña fragilidad que las sitúa al borde del precipicio, de la ruina, de la extinción y cuyo mayor valor radica en algo tan extraño a la condición humana como la unión y la ejemplaridad. Estaba España preocupada por la antipatía de la reina, por el grave inconveniente de no saber sonreír de manera natural, cuando han aparecido los graves problemas de verdad.

El cuñado en la cárcel y el miembro más querido y admirado, el que hizo posible la democracia en este país tan cafre, puesto en entredicho e investigado por regalos y comisiones que a muchos escandalizan.

La familia real, como todas las familias en muchos momentos, pese al duro entrenamiento por parecer más que felices afortunados, acostumbran a llevar una bomba a punto de explotar en sus manos: un miembro de la familia de malas costumbres, alguien que mete la pata y se descubre, un casamiento inapropiado, una querida despechada que traiciona y airea todo lo feo.

Muchas cosas que sólo los gitanos y la mafia italiana han sabido sortear a lo largo de los siglos con autoridad y una figura indispensable para estas situaciones difíciles que los gitanos llaman patriarca y los mafiosos, padrino.

Siempre ponen de ejemplo a los ingleses como pueblo monárquico porque le gustan las carrozas doradas, las pesadas coronas y los mantos de armiño. Vean la maravillosa serie "The Crown" que describe como pocas el precio de la anormalidad de la corona británica durante el reinado de Isabel II. Pero si me preguntaran hoy si España es o no monárquica, no sabría qué contestar. España es muy pasional y entona con igual entrega el "Hosanna" que el "crucifícale" sin que además haya especiales motivos para lo uno o para lo otro. Somos así. En la crítica actual hay trampa porque no se quiere la cabeza de la Juan Carlos I sino acabar con la monarquía. Si por cada delito que comete un representante se cuestionara la institución que representa no existirían hoy en día ninguna de las instituciones que fundamentan nuestro Estado de Derecho. Ninguna.

Quizás haya que darse una vuelta por el Museo del Prado y detenerse delante de Carlos V y de Felipe II y de la Familia de Carlos IV y de Fernando VII. Comprenderemos al fin que el retrato de la familia real de Antonio López que tanto nos chocó es su obra más realista. La corona española es decadente, como casi todas las familias, por eso me gusta tanto.

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