HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Febrero negro

Estados Unidos dedica todo el mes de febrero a la raza negra, una forma de hacer apartijos, poner en el candelero a una raza y favorecer la aparición de guetos. Precisamente en Estados Unidos, donde hay un presidente medio negro, las distintas administraciones y las empresas privadas están llenas de cargos ejercidos por negros y la idea de nación está por encima de circunstancias personales. Desde la guerra de Secesión, guerra civil preceptiva de toda nación moderna que se precie, el sentimiento nacional es fuerte y muy arraigado en todos los norteamericanos. No lo hemos sabido por las películas de John Ford, tan emocionantes, sino por los amigos que han sido estudiantes o profesores varios años en Norteamérica. Las campañas y fastos a favor de algo es causa de rechazo de lo mismo que se intenta defender y que no hace falta defenderlo. Cuántos hombres tenían un trato natural y humanísimo con las mujeres, y desde que aparecieron las leyes sectarias feministas las miran con desconfianza. Con las razas pasa lo mismo. ¿Por qué hay que homenajear a la raza negra?, se preguntarán molestos los nigerianos o los gaboneses, por ejemplo.

El racismo es universal y popular, pero no hay que contribuir con campañas a que sea vulgar. Las clases altas y cultas no son racistas, conviven sin conflictos con las clases altas y cultas de otras razas y van a los mismos colegios carísimos de élite. Los miembros ignorantes de las clases altas, la mayoría, son más clasistas que racistas. Un blanco, incluso un chino o un japonés, puede remontar su genealogía hasta emparentar con una dinastía de emperadores, un negro no tiene árbol genealógico. El pueblo es el verdadero racista, sobre todo la plebe, por un sentimiento difícil de educar, por una percepción superficial de las diferencias, no por argumentos razonados como el racismo ideológico. El pueblo es racista porque le molestan las extrañezas. Cuando se dice de un pueblo que no es racista es porque no tiene con quién serlo, aunque se puede buscar. Vean el popular racismo entre negros de África, promotor de guerras de exterminio.

En Estados Unidos hay racismo como en todas partes y tienen de sobra con quiénes serlo. Pero quizá por la facilidad de ser racista, incluso de estar bien visto en determinados ambientes populares, ha llegado a cansar y a aburrir, y han inventado el multiculturalismo interétnico, un racismo encubierto e intelectualizado que ha tenido mucho éxito en España entre la progresía inerte. Al pueblo hay que dejarlo con sus manías, no a la plebe, que no se merece nada, con su racismo teórico y su orgullo blanco, con las devociones marianas que lo consuelan de los males inevitables de la vida y con el centro del mundo en su ombligo. No se fuercen los atavismos ni se despierten los monstruos con homenajes y favores a una raza en particular.

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