Feliz Nochebuena

El marido inerme ante la familia de su mujer es un clásico épico-cómico prácticamente infalible

Cómo pasa el tiempo. Hace unos años le decía a mi mujer a las doce menos cuarto de cualquier noche que no se me ocurría nada de nada sobre lo que escribir para el artículo que tendría que mandar la tarde siguiente, y se preocupaba muchísimo. Dejaba lo que estuviese haciendo o saltaba de la cama, y se sentaba a mi lado, retorciéndose las manos, proponiéndome temas apasionantes. Ahora le digo que estoy atascado y me responde: "Qué bien, pues ayúdame de una vez a hacer las maletas". Se le ha pasado el miedo.

Mientras doblo camisas para irnos a pasar la Navidad con mi familia política, me digo que no es que no se me ocurra nada que decir, sino nada nuevo, que es distinto. Son ya doce navidades escribiendo artículos navideños y a uno se le agotan las originalidades y las perspectivas inéditas. Por eso son tan sabios los villancicos tradicionales, con sus estribillos incansables, y las frases hechas, y los ritmos consabidos. Mejor ir por derecho. Cuando algo supone la novedad más radical, como es el caso del Niño-Dios naciendo en Belén, hay que arroparlo incansablemente de gestos repetidos para que su novedad auténtica no se confunda con las sucesivas innovaciones ni se nos disuelva entre las ansias de originalidad. Son cosas que se aprenden con el tiempo, que cada vez te deja más desnudo, por más gastado, ante el misterio.

De pronto, he caído que antes también solía reírme un poco de la familia política, que daba mucho juego. Era el comodín de la suegra. El marido inerme ante la familia de su mujer es un clásico épico-cómico infalible. Pero la familia política ha ido despegándose de su adjetivo y de lo que conllevaba, y ahora es tan familia que la ironía, a poco que me descuide, se me llena de dulzura, y así deja de servir. ¡Con lo que yo me he dejado caer y ahora me he caído, felizmente, con todo el equipo!

Miro de reojo a mi mujer, que sigue impertérrita, sin parar, preparando los pertrechos del viaje. No está por la labor de sacarme del atolladero. Decido quejarme. Y me responde: "Di que 'Feliz Nochebuena' y que se porten todos bien en casa con la suegra y los cuñados". ¿Será una indirecta? En cualquier caso, es una directa, porque, aunque yo tengo que rellenar mis 450 palabras, lo importante son esas dos "Feliz Nochebuena", inabarcables, aunque sólo sean quince caracteres. Me quedan 2385, pero serán de relleno. Lo importante ya está dicho. Y las maletas, hechas.

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