ESCUCHEMOS a la Porvera, salgamos del embobamiento colectivo y rindámonos ante los fenómenos paranormales con los que tan castiza calle nos indica cuáles son sus deseos para el futuro! ¿Quiénes son los munícipes para dedicarse a imponer un solo carril donde antes convivían dos? ¿Cómo es posible que se empecinen en anunciar que un tranvía hollará sus adoquines, profanando un granito consagrado durante décadas al neumático, la cera cofradiera y la hojarasca de las jacarandas? Me extraña, y mucho, que se hayan dado explicaciones tan livianas para explicar los sucesivos derrumbes padecidos por esta histórica calle. ¿Cómo es posible vincular los socavones a un antiguo alcantarillado del siglo XIX o a fugas de aguas negras? Ni mucho menos. La calle Porvera está hablándonos a todos para decirnos que lo del tranvía no le hace ni pizca de gracia. La Porvera, que es toda una señora, se lo dice clarito a los munícipes socavón a socavón: la Porvera quiere metro. Más claro, imposible.