Disculpa que te perdone

Juan Alfonso Romero

Ahora que todo pasó. A Fernando de la Morena

Boxeando en un gimnasio de La Puebla del Río.

Boxeando en un gimnasio de La Puebla del Río.

NO he sido capaz de hacerlo antes porque no podía. Querido embajador perpetuo del cante de Jerez, querido amigo y confidente Fernando de la Morena. Simpático y elegante conversador de ‘cachetes propicios’. Que fuiste luchador a ‘edad temprana’ en las labores del campo y de la vida. De ahí la trilla que manejabas con soltura. Querido caballero del barrio de Santiago. Dominaste el ritmo sin salirte ni una ‘nota análoga’ porque eras un enamorado de la música. Repartiste con extraordinaria personalidad el ‘aire de Santiago’. Desde que se fue Moraíto, “Morao mío” como tú decías y como eras muy ‘reiterativo’ en los rincones de la calidad y la exquisitez te acompañaste, entonces, de Plazuela auténtica. De la caja musical y sobria de Domingo Rubichi, tu fiel escudero hasta tu partida final. Creaste un mensaje hecho armonía. Un ‘soniquetazo’ muy especial e inimitable por bulería que sólo Ali de la Tota sabía acompañarte sin perder tu compás.

Querido Fernando de arte y corazón. Querido amigo y sabio consejero. Recuerdo cuántas veces me decías: “Cachete mío, tu tranquilo y nunca pierdas el compás, que este núcleo residencial nuestro del flamenco es molto complicado”. ¡Óle! Me vienen a la reciente vivencia contigo todas esas veces que cuando escuchabas a alguien hablar del ‘pellizco’ (en el cante flamenco), siempre me decías: “Juan mío, qué sabe nadie… si la ‘barriada del pellizco’ todavía está en construcción”. Son tantas metáforas –como tú decías– cargadas de sentido y sabiduría que jamás podré olvidar. Él mismo se definía cuando llegaba el momento oportuno: “Hola, soy Fernando Carrasco Vargas: hombre negro descolorido como el pimentón molido”. “Soy un gitano muy instruido y con lentes progresivas”.

Es una detrás de otra, siempre con elegancia, respeto y el primero en dar la cara cuando llegaba el momento. Todos los artistas lo respetaban por cuanto suponía y cuanta obra singular ha dejado como herencia a todos los amantes del buen cante. Sello propio sin aspavientos, muy cadente y rítmico sin parecerse a nadie. Cuántas noches en La Pica, cuántos ratitos en Don Antonio Chacón, tu casa de estos últimos años tan bonitos que nos has regalado. Siempre que hacíamos algo en tu Peña de ‘tío Chacón’ te sentabas al entrar a la izquierda. En la última zambomba te llamé para decirte que vinieras a la peña y me dijiste “anda, vente ya para la peña que llevo dos horas esperándote”. Optimista vital, disfrutabas hasta de los ‘verdiales’ cuando había buen compás. ¿Recuerdas la cara que pusiste con los que tocaban los panderos por verdiales? Cuánto disfrutaste con Tía Juana, el descubrimiento de Tomás Rubichi, Dolores La Agujeta y los monstruos de verdad…

Qué nos reímos y disfrutamos con Manuel Valencia, el cocinero que más te gustaba por sus condimentos morenos. Qué disfrutamos en tus ponencias magistrales sobre el menudo de tu madre “de la Morena”. Qué nos reímos cuando de camino a ver a la Virgen de El Rocío nos paramos en un bar en La Puebla del Río y acabamos boxeando en el gimnasio donde entrena Morante de la Puebla (foto). Delante de un cuadro de ‘Cassius Marcellus Clay’ o lo que es lo mismo: Mohamed Alí. Recuerdas que me miraste mientras boxeábamos Domingo Rubichi, tú y yo… y me dijiste muy bajito: “Juan mío, ¿has visto los cachetes de Mohamed? Mira la cara morena que tiene, este era de nojotro”. Uno de esos ratos que nunca tenía nada que ver con el otro.

Desde que se fue Morao es verdad que no eras muy ‘propicio’ a salir, eso me decías, pero conseguimos sacarte de la cueva y verte disfrutar. Cuántas anécdotas en la Peña Bética de Sanlúcar. Qué bueno disfrutar junto a él todos estos años que no han sido pocos pero faltarán muchos que hubiésemos deseado. Qué ratitos más buenos en la radio con el Yuyu, Diego Carrasco y Luis Lara. Cuánto disfrutamos en tu recital en Don Antonio Chacón y en tu viaje a Japón, que llegaste emocionado de cómo valoraban los gentilicios de aquel país tu cante y tu arte.

Estaría escribiendo cosas buenas de ti hasta el año que viene, pero el papel que lo aguanta todo también es limitado en este espacio. Me llevo todo de ti, tus aciertos y tus errores como todos los tenemos. Me quedo con tu aire único, con tu expresión, tu educación, cariño, amistad de verdad y sabia prudencia. Con tu energía inagotable y los consejos de sabio. No sé cómo agradecer todo lo que aprendí de tus sabias maneras. Eso que me llevo, querido Fernando, y vaya usté condió… amigo del alma.

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