Rafael / Román

Fin de siglo/Fin de ciclo

En román paladino

02 de enero 2013 - 01:00

TIEMPOS convulsos, tiempos confusos. Tiempos de descrédito, tiempos de desconciertos. Son los que en este inicio de 2013 nos ha tocado vivir. Venimos de un periodo largo de certidumbres y esperanzas y nos hemos zambullido en un mar de falta de perspectivas y con horizontes borrosos que no anuncian nunca nada bueno.

Ha comenzado una nueva transición. Con todo lo que ello supone de poner en cuestión las seguridades del pasado que creíamos cerradas, estables y definitivas. España y los españoles estamos comenzando una nueva andadura que no sabemos donde puede terminar. Eso es transición. Un camino a un nuevo territorio no explorado, a una tierra que no es firme, que está por ver cuánto de cenagosa y cuánto de resbaladiza puede ser. En este rumbo incierto estamos empezando a ver el número corto de los salvados y la cantidad infinita de almas perdidas en el trayecto de puerto a puerto, si es que algún puerto nos espera.

El cambio se palpa. Las clases medias progresivamente depauperadas son el signo de los tiempos. Los indignados, de la llamada en medio mundo "spanish revolution" acertaron plenamente en sus diagnósticos y en sus pronósticos. Pero, sobre todo, dieron en la diana del mar de fondo que la sociedad española ya sentía. Los síntomas ya han pasado a ser males palmarios y visibles. Desgraciadamente aquel movimiento no se sostuvo en el tiempo para alumbrar algo nuevo. Fue la juventud, como siempre ocurre, la que alertó de la nueva era. Hemos llegado a la conciencia del fin de siglo con retraso: cuando nos hemos topado con el fin del ciclo de crecimiento y nos tentamos la ropa, descreídos de ser nosotros mismos. Pero lo somos. Todo ha cambiado. Y ahora cambia a marchas forzadas nuestra mentalidad.

Hace unos años algunos gritaban en las calles y en el papel "España se rompe". Ahora que la cosa va muy en serio están estupefactos porque la crisis ha sido instrumentalizada para poner horizontes nuevos, la secesión, a falta de otras metas y de otros desafíos colectivos para el conjunto de nuestro país, porque la única agenda visible es la gestión miope, cicatera y cortoplacista de la crisis.

Es necesaria una reacción, que yo confío en que se produzca desde la sociedad. El escapismo físico de los jóvenes - con su emigración masiva- y el moral -con la ausencia de un compromiso fuerte- clama ya un tiempo nuevo.

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