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la nicolumna

Nicolás Montoya

Floración humana

TAN acostumbrados como estamos a las malas noticias ni nos fijamos cuando llega alguna buena. No solo por el impacto mediático y económico que en estos días acarrea el festival de flamenco, con japonesas e italianas por todas las esquinas, a modo de epidemia de setas con camisetas de tirantas, ni por la subida de temperaturas que nos ha proporcionado más ganas de playa que ningún otro mes de marzo. Ni por las mentiras piadosas de soluciones de los problemas económicos de la zona. Si de verdad hay alguna buena noticia es que tenemos a media provincia con una floración adelantada de naranjos, almendros y demás flores de guardar. Pero siendo importante, lo mejor es el análisis humilde de una cierta sensibilidad para la naturaleza y sus ciclos, para la forma de entender el mundo y sus consecuencias por lo que en este dibujo pre primaveral de las calles andaluzas se encierra una verdad ancestral de nuestra civilización: la sabiduría de la naturaleza y el enorme poder del planeta denominado Tierra en comparación con lo minúsculo de sus habitantes.

Todos los años sucede y es uno de los mejores guiños ecológicos, que nos recuerda a modo de bofetón sin manos, que este tipo de seres, -árboles, arbustos y flores-, son los verdaderos dueños de nuestras calles y nuestros campos. Aunque los de la especie humana sigamos en babia. Dentro de unas décadas la mayoría de nosotros ya no estaremos por acá, o puede que de viaje a ninguna parte; dentro de algunos siglos, ni nuestros nietos se acordarán de nosotros; dentro de miles de años no estarán en sus sillones los actuales primeros munícipes, portavoces, presidentes, coordinadores, gestores y demás hijos e hijas de sus madres que, a diario, actúan como si fueran eternas y sin conocer la palabra solidaridad y respeto por los demás. Pasarán unos, vendrán otros…pero seguro que como las palmeras de Cristina, los naranjos de la Avenida, las jacarandas de Porvera o los cactus de Valdelagrana, seguirán viendo pasar el tiempo siendo respetuosas con nosotros con una sonrisa cómplice descojonándose de los humanos que les rodean.

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