La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Franco murió, el separatismo vive

Según Sánchez, los símbolos que separan a los españoles son los franquistas, no los independentistas

En su primera entrevista televisiva Pedro Sánchez dijo que "España no se puede permitir como democracia consolidada símbolos que separen españoles". Muy cierto. El problema es que no se refería a la estelada ni a la tricolor, ni a quemar fotografías del Rey e insultarlo, ni a las malas bestias que al grito de "fuera los fascistas de la universidad" boicotean una conferencia del hispanista Jean Caravaggio sobre Cervantes en la Universidad de Barcelona, ni al Ayuntamiento de Gerona que ha negado un auditorio para que el Rey presida la entrega de los premios de la Fundación Princesa de Gerona, ni al concejal de la CUP que ha amenazado a los hermanos Roca -dueños del prestigioso restaurante El Celler de Can Roca- por ceder un hotel para celebrar la entrega de estos premios ("Que os repenséis ceder vuestra casa (…) para que Felipe de Borbón, que justificó la violencia contra miles de catalanes, incluidos cientos de gerundenses, pueda predicar su discurso en nuestras comarcas"), ni al alcalde de ERC que se ha sumado al boicot a los premios ("no podemos aceptar de ninguna manera que una entidad que representa a los que nos pegan, nos encarcelan o nos hacen irnos del país, venga a montar fiestecillas"). No, no se refería al independentismo catalán que ha provocado la crisis más grave de nuestra historia democrática, sino al Valle de los Caídos y a los restos de Franco.

Que con la crisis secesionista catalana aún abierta se diga que los símbolos que separan a los españoles son los restos de un dictador muerto hace 43 años, el panteón de una dictadura desmontada hace 41 años y una ideología que nunca ha logrado presencia parlamentaria ni -a diferencia de otros países europeos- alienta partidos de extrema derecha es un viva Cartagena que retrata a Sánchez. El independentismo catalán está vivo y Franco y el franquismo muertos. Pero es más fácil lancear toros muertos que torear a los vivos.

Lo de convertir el Valle de los Caídos en un Memorial de la reconciliación que honre a los antifascistas es absurdo porque el monumento es lo que es -arquitectura totalitaria, como la fascista o la soviética- y porque ignoraría los crímenes de guerra cometidos por comunistas y anarquistas. Y lo de crear una Comisión de la Verdad es un insulto a los muchos historiadores serios, españoles y extranjeros, que desde hace décadas investigan la Guerra Civil y la dictadura.

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