J. M. Marqués Perales

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Un 'Frankenstein' con caja de recambios

La nueva oposición es otro 'Frankenstein': PP, Bildu, Vox, PNV, ERC y los díscolos de UPN, todos contra una reforma que no daña

Ni Mary Shelley hubiera vaticinado esta vida eterna a su moderno Prometeo. El Frankenstein español -qué ingenio el de Rubalcaba- venía con una caja de recambios, y tan pronto como se le desprendieron miembros y vísceras de su cuerpo mal soldado, su ambicioso doctor extraía nuevos brazos, piernas y cabezas del cajón de retales, levántate, desgraciado Lázaro, y anda por estas Cortés; tanto ensamble facilón que hasta la oposición en el Congreso es una mixtura cubista que recuerda más a Míster Potato que al monstruo romántico. El ojo en el lugar de la boca; la boca, en el de la oreja y el tubérculo parlante que habla como Vox, Bildu, ERC, PP y PNV, juntos pero mal amalgamados contra una reformita laboral que no hace daño a nadie y contenta a Bruselas, que ya nos ha enviado sin obligación de devolución 19.000 millones de euros.

Y aún quedan 51.000 millones, a cambio de que España sólo concluya las reformas postergadas por una falta de consenso que es patológica. Mal acaba lo que mal comienza, el sainete del diputado aquejado de diarrea, el tal Casero, que tiene que salir despavorido para el Congreso, dejando atrás otro cómodo sillón, porque se ha dado cuenta de que se ha equivocado al votar es un colofón como los rayos que Mary Shelley, su marido y Byron veían caer sobre el lago Lemán cuando ella parió a Frankenstein.

Esto no es una crítica a la oposición, ni una hoja de descargos para el Gobierno, es la constatación de que Frankenstein es el hemiciclo completo. Todos los partidos obedecen a tres intereses: el de sus representados, digamos el de sus votantes en general; el del país, en nuestro caso, España, y el particular de cada uno de ellos, y la tríada se debe congeniar con cierta mesura, todas son necesarias, pero este Congreso es la suma de intereses partidistas que sólo confluyen en monstruos como el moderno Prometeo.

El PNV se opone por electoralismo, porque tiene celos de Bildu; los díscolos de UPN porque no quieren apoyar al presidente que apoya al grupo heredero de Batasuna, pero vota con ellos. Y eso en el mejor de los casos. ERC, porque tiene celos de Yolanda Díaz, y el PP porque le molesta que le modifiquen su reforma laboral, aunque la propia Fátima Báñez, que es la autora de la anterior, haya participado en la nueva como ayudante de la patronal. Vox... Vox está en sus garrochas y en los obreros del sóviet. Y la presidenta de una institución que da pena, Meritxell Batet, que encima se equivoca, no se sabe si por error o por voluntad.

No hay decepción, los meses más duros del Covid ya nos mostró cuánto de grande es este despropósito.

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