Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Frío en las aulas

Cuando se trata del bienestar de la comunidad educativa, sin más polémica, pues que se las apañen como puedan

Recordarán, seguro, que cuando comenzó el curso académico el pasado mes de septiembre los cuñados de turno vaticinaban el cierre progresivo y fulminante de colegios e institutos a cuenta del coronavirus. Finalmente no fue así, gracias, ante todo, a la eficacia de los protocolos implantados y al compromiso de los equipos educativos, que día a día ponen en juego su seguridad personal (sí, los maestros y profesores también se contagian, aunque de este riesgo aquellos cuñados no alertaban tanto) para poder desarrollar sus clases con la mayor normalidad posible. Por supuesto, aquella presunta redistribución de alumnos en grupos reducidos, con la ratio por las nubes, quedó en lo que ya sabemos: aulas atestadas, dedos cruzados y docentes obligados a guardar horas de cola para hacerse un PCR. La cuestión es que, dentro de la alarma generalizada que sigue alentando la pandemia, la actividad escolar quedó en un segundo plano primero y directamente olvidada después: donde no hay mucha carnaza que arrojarse a la cara y donde se hacen razonablemente bien las cosas (por supuesto, con sus excepciones) el interés de la opinión pública decae sin remedio. Se trataba, al final, de tener a los niños colocados y al sistema en marcha, bajo la observación de las normas sanitarias impuestas. Y listos.

Ahora, con la estampa invernal que nos ha dejado Filomena, la misma opinión pública ha puesto el grito en el cielo por las nevadas en Madrid, el cierre de servicios esenciales y las carreteras cortadas. Pero pocos parecen caer en la cuenta de que una de las exigencias sanitarias relativas a la educación es la de celebrar las clases con las ventanas abiertas en aulas que en su inmensa mayoría carecen de calefacción, lo que se traduce en condiciones insostenibles para alumnos y profesores. Éste es justo el panorama que se vive estos días en los colegios e institutos andaluces, pero, qué curioso: ninguno de los que vociferaban a favor y en contra de la ley Celáa, ninguno de los que denunciaban el adoctrinamiento en la escuela pública por ser pública y en la escuela concertada por ser concertada parece tener algo que decir al respecto. Es fácil: cuando hay alguna polémica en la que arañar afirmación ideológica y, en consecuencia, algún carguito para los más avispasdos, allá que corre la jauría; cuando se trata del bienestar de la comunidad educativa, pues vaya, que se las apañen como puedan.

Me refiero a algo tan elemental como el frío. A niños arropados con mantas y bufandas en sus aulas y ateridos con las ventanas abiertas. Nada importante, al cabo.

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