Cuarto de Muestras

Gigantes y cabezudos

Los ingleses meten a los reyes en carrozas y en series de televisión

El rey no ha muerto, viva el rey. Viva el rey de verdad, el que tanto ha ayudado a cambiarnos la vida a los españoles, a entrar en Europa, a vivir en colores después del blanco y negro, a tener democracia, a ser medio normales si es que eso es posible en un país tan cafre. Viva el rey que querían los republicanos y han defenestrado los monárquicos que tan dañinos son. Viva el rey que nos trajo la paz sin aspavientos pero con la capacidad aglutinadora de todas las ideologías y de los mejores políticos.

Viva el rey, aunque ya no reine, cojee su vida privada y su salud. Viva el rey que evitó otra guerra y el que nos sacudió la parte rancia y costumbrista. Viva el rey que lloró a su padre y abanderó a su hijo. El último rey que se permitió a sí mismo ser rey y comportarse como tal porque estaba criado en el exilio. El último rey de voz engolada y sonrisa abierta que es el populismo con el que conquistan los reyes. Viva el rey aunque ya no sea respetado, ni sea rey y la sombra de los negocios opacos planee sobre su vejez y sus tardes de toros.

Los ingleses meten a los reyes en carrozas y en series de televisión y los serigrafian en tazas y camisetas. Y los quieren y los dejan morir en su cama. España prefiere indagar en sus alcobas, contarle amantes, hijos bastardos y operaciones de cadera. Somos así. Jaime Peñafiel lleva toda la vida metido en la bragueta de su majestad y Pilar Urbano abrigando el despecho de la reina. Qué gran país.

La tarde del domingo fue un retrato pesimista de la España de Gutiérrez-Solana que es la nuestra. Una procesión por las portadas de los periódicos de gigantes y cabezudos. Las timbas nocturnas de las últimas elecciones, las cartas señaladas bajo la mesa, el juicio de los catalanes, la derrota de los populistas y el rey despidiéndose en los toros de Aranjuez. El modernismo de Valle-Inclán, pero sin lluvia. Nada nuevo bajo el sol.

No sé qué cosas malas habrá hecho el rey ni en cuantos negocios dudosos ha participado ni cuánto se habrá enriquecido que es sobre lo que se especula. Sé el periodo de prosperidad y entendimiento que ha propiciado en este país abocado al enfrentamiento perpetuo, a la fragmentación y al odio. Sé que su hijo no tiene su sitio y que todos le quieren mover la silla. Lo que hay ahora no me gusta y me da miedo. Por eso cuando lo veo llegar cojeando sólo me sale del alma gritar: El rey no ha muerto, viva el rey. El último rey, rey.

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