'Give me my space'

Hay que respetar los espacios físicos de cada persona y, desde luego, dejar las manos quietas

Los gestos físicos delatan quiénes somos. Dentro del amplio armario educacional hay un importante cajón donde se alberga la expresión corporal que luego nos define. Si tomamos como ejemplo a la princesa Leonor, se puede observar que su forma de caminar es armoniosa y los brazos van en línea vertical con su cuerpo. Así camina la reina Sofía, cuyos brazos pasan desapercibidos esté sentada o caminando. Sólo los levanta para saludar al público que la recibe. Los Reyes caminan sin mover los brazos. La mayoría de los seres humanos dejamos que nuestros brazos se balanceen. Cuando estamos quietos , de pie, solemos tender a cruzar, o a agarrarnos nuestras manos, pero no nos quedados plantados de pie con los brazos alienados al cuerpo. Parece fácil, pero no lo es, puesto que resulta una postura compleja cuya apariencia es la de estar escuchando el himno nacional. Las manos tienen su sitio en los momentos adecuados. Los americanos tienen un dicho, "give me my space", cuando necesitan espacio libre en su entorno. Respetar el espacio de cada persona es parte de la educación. No está bien, entre personas educadas, y más en público, que invadan nuestros espacios, como tocar la espalda de la otra persona, su brazo, y peor, la cara y la cabeza. Entre el círculo familiar y de íntimas amistades no es la discusión. Lo remarco en el ámbito público. Hace unos días se publicó una fotografía en la que Juan Carlos Monedero agarraba, con sus dos manos, la cabeza de la nueva vicepresidenta tercera del Gobierno, Yolanda Díaz. Le apretaba la cabeza, interpreto, descargando su alegría por el ascenso que exigió Pablo Iglesias. Supongo su camaradería y colegueo. Pero, en el acto público por su nombramiento, él le estrujaba con sus dos manos la cara a la vicepresidenta y ministra, hasta despeinarla. Viendo con detalle la fotografía, la ministra sonreía bajo un amasijo de arrugas en su cara por la presión que ejercía las manos de Monedero sobre su rostro. El resultado es más revelador. No hay un diagnóstico en la kinésica que concluya la ciencia exacta de ese gesto. Pero sí es una invasión de su espacio al romper su imagen, elegancia y hasta diría que dignidad. Produce rechazo un gesto que podría delatar una pretendida superioridad de este hombre hacia una mujer que le supera en categoría, y también en responsabilidades. Concluyo que hay que respetar los espacios físicos de cada persona y, desde luego, dejar las manos quietas.

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