cuchillo sin filo

Francisco Correal

Glosario de (no) alineados

LAS escritoras Matilde Asensi y María Dueñas tenían nueve y ocho años, respectivamente, aquel domingo de abril de 1972 en que sus tíos Juan Manuel y Teófilo, Asensi y Dueñas en las crónicas, formaron parte del Barcelona de Rinus Michels que salió derrotado del campo del Granada. Los dos goles locales los anotó Enrique Porta, que batió al cordobés Miguel Reina. Cuarenta años después, en el banquillo del Granada se sienta Abel Resino, el hombre que en sus tiempos de portero del Atlético de Madrid acabó con la marca de imbatibilidad de Reina, el padre del actual guardameta del Liverpool.

Empiezo hablando de estas dos novelistas porque quiero glosar un libro que también es tiempo entre costuras, es decir, historias muy bien cosidas con los recuerdos en su sitio. En el boleto de la próxima jornada hay un Granada-Málaga. Hace cuarenta años, 5 de septiembre de 1971, un Granada-Málaga fue el primer partido de la temporada en la que Porta conseguiría el Pichichi, trofeo que se otorga al máximo goleador. Recordarlo es toda una transgresión en estas calendas de monocorde alternancia entre Messi y Cristiano Ronaldo.

Por eso Ramón Ramos tituló su libro Los años del Pichichi, un regalo en el regreso del Granada a la élite del fútbol 35 años después. Se despeñó a lo grande, eso sí, recibiendo en casa al Real Madrid y con Miguel Muñoz en el banquillo. No debe haber muchos equipos en España con la enjundia literaria del Granada. Con el tesón de historiador y aficionado de Ramón Ramos, que completa una trilogía que inició con Adiós a Los Cármenes y Los finalistas del 59 (la final de Copa que pierden contra el Barcelona de Helenio Herrera). Un acierto adicional del autor es la elección de los prologuistas: Luis García Montero (apellidos de poeta exquisito y defensa leñero), Ignacio Camacho y Luis Carlos Peris.

El tío de María Dueñas ficharía después por el Granada y el tío de Matilde Asensi pasó a los anales del granadinismo por una frase que permaneció con la pertinacia de los goles polémicos: "Ir a Granada es como ir a la guerra". Un equipo capaz de vencer al Barcelona que una jornada después perdía en Pasarón contra el Pontevedra. Un presidente hiperbólico, en el sentido valleinclanesco de la palabra, que fichó a un defensa argentino, Aguirre Suárez, oriundo con cinco patrias y un contrato de cien mil pesetas mensuales, cuando los casados cobraban quince mil pesetas y los solteros doce mil. Un estadio con dos porterías, la del marcador y la de la cárcel, y donde en el primer partido oficial que jugó la selección la Banda Municipal interpretó los himnos nacionales de España, Chipre y Malta, por el árbitro. El país que le devolvería la honra, y la flor en cierto sitio, a Miguel Muñoz.

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