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editorial

El Gobierno de Griñán y Valderas

EL recién investido presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, dio a conocer ayer la composición del Gobierno con el que afronta su segunda legislatura. Es un Gobierno muy de Griñán, decidido por el presidente con las manos libres que le proporcionaron los resultados electorales del 25-M. Con una salvedad: ha tenido que conceder una vicepresidencia y dos consejerías sectoriales (Turismo y Fomento) a Izquierda Unida, sin cuyo respaldo parlamentario habría sido imposible su investidura. Pero desde el punto de vista interno, Griñán ha desplegado su poder sin cortapisas. Ha ascendido a número tres del Ejecutivo a Susana Díaz, su principal colaboradora en el PSOE andaluz y la más decidida partidaria de Carme Chacón en el reciente Congreso Federal socialista, a la que ha dado un destacado papel institucional y político como consejera de Presidencia. De este cargo ha desplazado a Mar Moreno, que vuelve a ser consejera de Educación, más lejos del núcleo duro del poder autonómico. También merece destacarse la salida del Gobierno de Micaela Navarro, seguidora de Rubalcaba en el tenso congreso de febrero y eventual sustituta del propio Griñán si los comicios regionales hubieran acabado en desastre para el PSOE y en el ascenso a la presidencia de Javier Arenas. Por el contrario, se mantiene otra seguidora de Rubalcaba, la consejera de Salud, María Jesús Montero. Dos fichajes personales del presidente, Luis Planas como consejero de Agricultura, Medio Ambiente y Ordenación del Territorio y el fiscal Emilio de Llera como titular de Justicia, aumentan la solvencia y capacidad del Gabinete. El nuevo Gobierno andaluz, por lo demás, reduce en dos el número de consejerías (pasa de trece a once) y disminuye las exigencias de la paridad (hay siete consejeros y cinco consejeras). Griñán refuerza a las personas de su máxima confianza, especialmente a Antonio Ávila, que ve ampliadas sus competencias y aumentado su peso político, y a Carmen Martínez Aguayo; ambos fueron sus pilares en el Ejecutivo saliente. Acaba, además, con las cuotas territoriales: tres provincias andaluzas, las de Cádiz, Granada y Almería, se quedan sin "representantes" en la estructura de poder autonómico. Todo decidido por Griñán.

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