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fátima Ruiz De Lassaletta

Van Gogh a través de Romero Coloma y Soto Febrer

CUANDO Aurelia María Romero y Coloma me pidió que hiciese la introducción de su nuevo libro, escrito con el doctor Francisco Javier Soto Febrer, sobre la pintura y la personalidad del genio Vicent Van Gogh, no me extrañó su petición, pues ya tuve la oportunidad de atenderle en una anterior ocasión con motivo de su concienzudo estudio sobre Goya, pintor que también ambas admiramos.

Pero, lo que me llamó la atención fue la coincidencia que tanto en la producción pictórica del maestro aragonés del dieciocho, como en la del autor holandés de diecinueve, nos encontramos con ciertas obras que presentan unas anomalías con respecto a lo que podríamos calificar la ortodoxia en la pintura, ellas están en los horrores de Goya y están en los retratos de Van Gogh, que presentan casi siempre a modelos atribulados. Y que así como el primero sufría de la, sin duda, dolorosa carencia de audición, que agriaría al final de su vida el carácter, al segundo se le podría calificar en su tiempo, cuando menos de carácter excéntrico y hoy se le llamaría con mas precisión psiquiátrica bipolar; siendo lo mínimo que se le había clasificado en vida de daltónico; en esto último no estoy para nada de acuerdo, ya que sus claros y bien utilizados colores es lo primero con que me fascinó, cuando conocí gran parte de su obra llena de expresividad, primero en el Guggenheim y mas tarde en el Hermitage y recientemente, al preparar estas líneas, en los libros de arte de mi biblioteca paterna. Y así me expliqué que, Romero Coloma, hubiera contado con el diagnóstico médico del doctor Soto Febrer en una de las dos partes de la obra.

Al explicarme , la doctora en Derecho y Abogada, que habían hecho este libro "a la limón", ella y del doctor Soto Febrer, licenciado en Medicina por la Universidad de Cádiz, comprendí que las razones medicas del historial clínico del pintor, del que resultó su irascible carácter, iban a ser tan a fondo consideradas como sus cualidades pictóricas; mas entendía que si Van Gogh había resultado un genio era sin duda por la originalidad de su carácter, que le hizo aparecer en todos sus autorretratos "enfadado", como si no le estuviera gustando lo que veía al otro lado del espejo y sobre todo lo que apreciaba dentro de si mismo. No importa bajo que sombrero se retrase, si de paja, si de fieltro o con su parcialmente mutilada oreja vendada… En efecto, tras la lectura de la parte medica del libro, no solo se comprueba que el doctor ha sido exhaustivo en todos sus análisis e hipótesis médicos, sino que nos deja preparador para establecer un nuevo juicio sobre el espíritu del genio, que no quedará libre de los perjuicios del lector, ya que resulta no solo bipolar, sino también con otras dolencias que se agravan con la ausencia de la familia, la posible intoxicación del plomo de sus pinturas y el uso del mal licor o absenta. No tuvo la oportunidad de conocer unos Caldos jerezanos, como los que encierra y se promueven nuestras bodegas del Marco.

Por su parte, Aurelia María, especialista en Derecho de familia, en Responsabilidad Civil y en Derecho de Sucesiones, en las páginas de su análisis y crítica de la obra del artista, no solo se aprecia la sensibilidad de la mujer docta sino la ecuanimidad de la jurista. De manera que se exponen todas sus consideraciones y conclusiones con una claridad meridiana. Que yo en mi condición solo de enamorada del arte y de la literatura, soy mucho mas burda en exponer para ustedes, con el peligro de que les desinterese, lo que sería mi última intención.

Porque si yo hubiera coincidido con Vincent Van Gogh, en La Provenza, bajo aquella luz mediterránea, que con Gauguin tanto admiraban, y en aquella campiña florida de espliego y otras flores para los perfumistas le hubiera dicho, amablemente, que no estuviera enfadado consigo mismo. Que alguien que es capaz de reproducir con sus pinceles la belleza de la naturaleza, especialmente en sus paisajes, cuando cuajados de arboleda, no podía ser ni sentirse tan malo, como él se creía. Que de otra manera no se puede hacer honor a la obra de la naturaleza de la manera exquisita que él lo hace, cuando pinta sus paisajes y campos. Y sus bodegones de flores, sobre todo: Lirios, capullos de la flor del almendro, los albaricoques - de tanta inspiración oriental, en aquellos años en boga - Parece que en su contemplación, su yo mejor obtenía la paz, aunque fuera breve y temporalmente; y que sin embargo cuando pintaba a otros congéneres: a las Damas de Arlés, a Madame Trabuc, o a un viejo; entonces el pintor no es capaz de captar la bondad del alma del modelo reflejada en su rostro. Consideraciones que confirma doctamente- Soto Febrer, master en neurociencias, por la Universidad de Granada y especialista en medicina familiar y Comunitaria.

Mientras que sí halla un intermedio en su estado emocional en Van Gogh, cuando pinta su habitación de Arlés, cuando la terraza del café de la place du Forum, cuando el interior de su restaurante favorito del momento, o la casa blanca a la luz de la luna. Claro que parece que en aquellos meses mas fructíferos de su arte, él era moderadamente feliz y llegó a producir más de dos centenares de lienzos -de mérito- en poco más de aquel año de bonanza. En los que escribió a sus familiares y conocidos decenas de cartas, como cientos había escrito en vida. En París, la gran ciudad, para tantos tan acogedora. Al él parece resultar inhóspita. Y pinta lechuzas y cielos hermosos, pero extraños. Todo lo que antecede sabe catalogarlo la jurista e historiadora del arte con gran delicadeza. Todo ello lo sabe analizarlo el doctor, conocedor tan bien del cuerpo y del alma humana. Ellos no le van a decepcionar, ni en su critica ni en su diagnóstico. Nos hallamos ante una apasionante obra -en tándem escrita- que ha de llenarnos de sorpresa y nos ha de gratificar mucho en su lectura. No se la pierdan.

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