CON las ferias del caballo pasa igual que con las novelas de Antonio Gala, y no lo digo por lo pesadas que pueden llegar a hacerse, sino porque hay que dedicarlas. Así que este año, para no perder esta sana costumbre, ha tocado que se la brindemos a nuestros vecinos de arriba, o sea, al País Vasco. Para su entera tranquilidad, recordaremos a los diestros que se han anunciado en las corridas de esta semana que en principio no tienen nada que temer, ya que a pesar de todo, los toros que les van a echar en la plaza no van a ser ni mucho menos como los de Bilbao (que son unos bichos que no caben por esa puerta), sino de un tamañito más mono y sin tantos cuernos. No sé si en el templete municipal habrán organizado algún concurso de marmitako, que está bien rico para la hora de aperitivo, y si habrá muchas casetas donde las medias botellas las pongan de chacolí. Tampoco sé si se verá mucho caballista montando por ahí con su traje campero y su chapela, ni si al baile por sevillanas le ganará la partida este año el aurresku. Lo que sí me gustaría que se montara es un certamen de aizkolaris (que son esos señores tan cachas que cortan troncos y casi siempre se llaman Patxi) y otro de levantadores de piedras. Más que nada para darle un toque de color a esta fiesta que sí, que tendrá su gracia, pero que es todos los años lo mismo.