la esquina

José Aguilar

Gordos desde la más tierna infancia

ARRASTRAMOS en España un problema de peso. Vamos, que pesamos mucho. Es un problema que va a más, porque la obesidad no afecta sólo a los adultos, sino que ha prendido como una auténtica cultura en la chiquillería. Cuando estos niños lleguen a adultos será muy difícil que dejen de ser gordos. Ocurrirá más bien lo contrario.

Le debemos a la ministra de Sanidad, Leire Pajín, el estudio más exhaustivo realizado en nuestro país sobre obesidad infantil. Más exhaustivo y también más fidedigno: se ha hecho un seguimiento a casi ocho mil niños de edades comprendidas entre los seis y los nueve años y, además, se ha medido la obesidad según los criterios científicos establecidos por la Organización Mundial de la Salud, más estrictos que los usados en anteriores análisis. Por eso parece que la gordura ha aumentado mucho en poco tiempo. En realidad lo que pasa es que se ha estudiado mejor.

Con la muestra investigada resultó que el 19% de los menores sufren obesidad y el 26% sobrepeso. Por tanto, casi la mitad de los niños pesan más de la cuenta, lo que equivale a decir que pesan más de lo que su salud aconseja. Tenemos las criaturas más gordas de Europa, cogidos de la mano con Italia. Nadie hubiera pensado hace treinta años que los niños españoles, que se están comiendo todo lo que sus abuelos no pudieron comerse por falta de recursos, iban a entrar en el siglo XXI con más mantecas que nadie. Son más obesos los niños que las niñas.

Los nutricionistas y otros expertos coinciden en que los niños de las clases pobres y de menor nivel educativo son los más afectados por la obesidad (y por las enfermedades asociadas, como la diabetes, cardiopatías y ciertos tipos de cáncer). Claro, son las familias con menos capacidad para seleccionar los alimentos y para conocer sus cualidades nutritivas. Otro factor que contribuye al engorde infantil es el sedentarismo que llevan consigo las nuevas formas de ocio. Ver durante horas la televisión en el sofá o dedicarse a los videojuegos, el chateo y otras actividades que no implican ningún gasto de energía -más bien al revés, porque se suelen asociar a la ingesta- no ayuda mucho a controlar el peso.

¿Qué vamos a hacer? Pajín pretende convencer a los consejeros autonómicos de Salud de que se aborde alguna estrategia conjunta contra la obesidad infantil. No se me ocurre ninguna mejor que la educación. Hay que educar en cuestiones alimentarias. Pero no a los niños, sino a los padres. Este problema, como tantos otros, está en casa. La prueba es que hay muchos más menores obesos entre los que comen con su familia que entre los que hacen el almuerzo en el colegio. O hacemos eso o vamos a convertirnos en los Estados Unidos de Europa.

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