La columna

Bernardo Palomo

Gracia esquiva

HACÍA años que no veía la cabalgata del carnaval. Me había propuesta no participar como espectador de aquella pantomima insustancial que no interesaba a casi nadie, pero uno es padre y los niños no tienen culpa de nada. Así es que ayer me tragué con mi hijo una hora larga de calle Porvera viendo pasar una sucesión de paupérrimos disfraces, pseudoagrupaciones con dudosísima gracia y unas pocas carrozas con pintas de recicladas donde el buen gusto se quedó en las mentes de sus diseñadores para otros momentos. Está claro que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

Esto del Carnaval está bien para otros sitios y sacándolo de sus enclaves naturales no es nada más que algo patético y sin sustancia como lo que se vio la otra tarde por las calles de la ciudad.

Por mucha gente que estuviéramos en las aceras -la mayoría como yo, en función de padres de familia- aquello desprendía un tufillo poco agradable. Conste que yo no estoy en contra de nada en absoluto. Pero las cosas hay que hacerlas de otra forma y con otra gracia -en la cabalgata había muy poca aunque sobrara intención y buena voluntad-y, aquí sólo nos interesa el carnaval en algunos mínimos momentos con buenas chirigotas gaditanas o para vivirlo en Chipiona en noche de suprema juerga. Lo demás, por mucha mulatita que se nos ofrezca, es para nada.

De todas maneras, me quedo con esa especie de contraguías encorbatados que acompañaban a las carrozas. Faltó oír aquello de "la izquierda atrás". Eso, por desgracia, sí que era carnaval.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios