La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Gratitud a Xavier I de Redonda

A Borges, Savater, Siruela o Pérez Reverte se debe la reivindicación del placer de la ficción llena de aventuras

Fue Fernando Savater, allá por 1976, quien inició en España la reivindicación anti pedante de los despreciados autores de aventuras con La infancia recuperada, de la que escribió años después: "Cuando apareció supuso una pequeña revolución liberadora para muchos: en un panorama dominado por la novela experimental, reivindicaba el placer de la ficción llena de aventuras, emociones e imaginación. (…) Por eso, de todos mis libros, sigue siendo éste el que prefiero". Seguía la senda abierta por Borges, que incluyó en su Biblioteca de Babel y su Biblioteca Personal a Machen, London, Stevenson, Kipling, Collins, Wells o Conan Doyle.

La lucha reivindicativa de Borges y Savater tuvo herederos en España: Siruela editó la Biblioteca de Babel y creó la colección El Ojo Sin Párpado en cuyo catálogo figuran Le Fanu, Machen, M. R. James, Blackwood o Stoker; Reino de Redonda del aquí homenajeado Javier Marías ha publicado, junto a los reconocidos Conrad, Faulkner o Auden, a Crompton, Maclaren Ross, Riddell, Machen, Stevenson o Shiel (primer Rey de Redonda); Zenda Aventuras, creada por Pérez Reverte, ha editado El prisionero de Zenda, de Hope, que da título a la colección, El diamante de Moonfleet de Meade Falkner, El misterio del Agua Azul (Beau Geste) de P. C. Wren, La isla de coral de Ballantyne, Las cuatro plumas de A. E. Mason o El enigma de las arenas de R. E. Childers.

Termino este homenaje a Javier Marías, Xavier I de Redonda, monarca de la anti pedantería, con las palabras de Savater en el prólogo de Bruma de Crompton, editada por Reino de Redonda: "Siempre he envidiado a esos compañeros (…) cuya formación intelectual estuvo tutelada (…) por el patronazgo de los escritores más elevados y eximios. Cuando (…) les preguntan por las influencias decisivas en su vocación literaria, esos privilegiados siempre sueltan una retahíla impecable de nombres que es imposible escuchar o pronunciar sin poner los ojos en blanco: Hölderlin, Tolstoy, Hofmannsthal, Musil, Proust, Faulkner… ¡Qué suerte la de quienes pasaron a todo trapo de la incultura pueril a la alta cultura! En cuanto salieron de los balbuceos primarios cayeron sobre Dostoyevski… Por supuesto, yo procuro imitarles… ¿No sería un desprestigio confesar la verdad: que todo se lo debo a London y a Salgari, que amo a Julio Verne (…) y nunca he logrado salir de H. G. Wells y Conan Doyle?". Aplausos.

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