El 'Guernica'

Que unas decenas de personas vayan a manifestarse contra la OTAN no deja de ser una bochornosa paradoja

Como sabemos, el Guernica fue un lienzo dramático, goyesco, en claroscuro, de vivo simbolismo, destinado a la Exposición Internacional de París, que adquirió su nombre y su genio particular, su bárbara realidad concreta, tras el bombardeo de abril del 37 en la pequeña villa vizcaína. Un bombardeo, recordémoslo, obra de la Legión Cóndor, o sea, de una potencia extranjera, que probó allí la mortífera efectividad de la Luftwaffe. ¿Por qué protestaban, entonces, una treintena de personas, el lunes, frente al Guernica? ¿Contra los bombardeos rusos? No, hombre, no. Contra la OTAN. Lo cual es tan acertado como homenajear a la Asociación Nacional del Rifle ante Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808, de don Francisco de Goya.

El Guernica fue también un arma propagandística de la República, que se hallaba maniatada por el Pacto de No Intervención de 1936, promovido por Francia y Gran Bretaña (la conocida política de apaciguamiento de Chamberlain), y cuyo resultado fue un entorpecimiento del abasto bélico del Gobierno, que acabó obteniendo socorro de la tiranía soviética. Quiere decirse, pues, que uno de los episodios más destacados de la Guerra Civil fue este abandono de España a su propia suerte, por parte de las potencias occidentales, y que tantos lamentos provocó en los defensores de la República, como es fácil de comprobar en Machado/Mairena. Dicho abandono, por otra parte, tenía una clara intención suasoria, destinada a evitar aquello mismo que, oscuramente, convocaba: la II Guerra Mundial y su espantoso colofón de muertos. Que unas decenas de personas vayan, entonces, a manifestarse contra la OTAN, contra quienes buscan ayudar al Gobierno ucraniano, frente al Guernica, no deja de ser una bochornosa paradoja, fruto de una corpulenta ignorancia.

Ya hemos dicho alguna vez que la función última de la UE ha sido evitar la guerra a varias generaciones de europeos. Unos europeos que, actualmente, consideran normal y encuentran exigible esta anómala, por excepcional, convivencia pacífica. El hecho más destacado y memorable del XX español, la Transición, fue posible porque sus protagonistas conocieron la guerra, no solo como participantes, sino como hijos de la escasez y el oprobio. De ahí lo duradero, lo sustancial, de aquel fructífero entendimiento. Con lo cual, nuestros queridos "protestantes" debieran saber que, en la guerra de Ucrania, España, precisamente España, no puede promover un Pacto de No Intervención, tan pernicioso como hipócrita.

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