¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Guerra y Pepote

El reencuentro de Guerra y Pepote tiene mucho de elegía por un PSOE que, como las golondrinas, no volverá

Hace unos años, en el bar del muy taurino hotel Colón, le preguntamos al profesor Alfonso Lazo si se arrepentía de algo de su larga trayectoria como diputado y hombre del aparato socialista. "Sólo de una -dijo sin dudarlo-: haber participado en el acoso y derribo de Rodríguez de la Borbolla". El historiador, ahora reconvertido en francotirador jungueriano, se refería a sus años como secretario general del PSOE sevillano y brazo ejecutor de Alfonso Guerra en la ciudad, cuando distribuía el tiempo entre sus labores de diputado -en los años en que sus señorías aún leían y llevaban corbata en el hemiciclo- y las conspiraciones internas de un Partido Socialista omnívoro y crecido. Como ya saben, la victoria final fue de Guerra. Pepote, sin abandonar nunca del todo la presencia política, se retiró de la primera línea para refugiarse en el Ayuntamiento y, después, en la Universidad, pero siempre con esa humanidad sureña ajena a todo envaramiento de señorín (tan propio también de estos pagos). Pepote, quien lo conoce lo sabe, es de esos ex prebostes con los que se puede charlar relajadamente sobre Cataluña en la cola del supermercado. No hay demasiados.

Sin embargo, no hay guerra que dure cien años -si exceptuamos la que enfrentó en la Edad Media a Francia e Inglaterra-. Según nos anunció ayer en estas páginas uno de los periodistas que mejor conoce los entresijos de la política andaluza, Juan M. Marqués Perales, décadas después de la ruptura, las buenas artes del alcalde popular de Tomares, José Luis Sanz, han posibilitado una reconciliación que se consumará en la Feria del Libro de la localidad aljarafeña el próximo día 28. Ese día, un ilustrado Pepote presentará el libro de Guerra, La España en la que creo. ¿Qué ha pasado? Imaginamos que varias cosas: la provecta edad, que hace que se vean con distancia los sofocones y pasiones de la juventud; el cansancio que provoca el odio (o, al menos, la antipatía)… Sobre todo, que ambos se sienten fin de raza en un PSOE que está mutando hacia un partido que no es socialista ni español y que, además, ha caído en manos de irresponsables y aventureros ambiciosos. Guerra y Pepote tienen hoy más seguidores entre la derecha que la izquierda pero, como hemos apuntado alguna vez, no son ellos los que se han movido. Como en los ochenta, siguen defendiendo la Constitución, la autonomía andaluza, el Estado social y la unidad de España. Son otros los que se han incorporado a ese tren. El reencuentro de Guerra y Pepote tiene mucho de elegía por un PSOE que, como las golondrinas de Gustavo Adolfo, no volverá.

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