La marca PSOE se resiente. Los zigzag de Pedro Sánchez para conseguir aprobar unos Presupuestos que blinden su legislatura provocan desapego en sus votantes y la crítica frontal de la vieja guardia del partido. El sondeo del CIS sobre los efectos de la pandemia daba un dato relevante: los votantes del PSOE muestran cierta decepción con el Gobierno, mientras los de Podemos están encantados. Los socialistas no llegan al aprobado; son más (38%) quienes han empeorado su opinión sobre el Ejecutivo que los que la han mejorado (35%). Y por el contrario entre los electores de Iglesias hay un notable; arrasan (45%) los que ponen mejor nota a la coalición que los que se la bajan (26%).

El despliegue del jefe de Podemos, como vicepresidente del Gobierno, líder del activismo nacional e internacional de su partido o cabeza de la triple alianza de la izquierda radical con ERC y Bildu, satisface a sus simpatizantes. Y la misma situación incomoda a los socialistas. A ese contexto se ha sumado esta semana el ex vicepresidente Alfonso Guerra con una enmienda a la totalidad a los pactos con los hispanoescépticos. El lunes en TVE Guerra no dejó títere con cabeza.

Lo resumo. Atacó los pactos: "El acuerdo con Bildu es despreciable; es una alianza antinatural y aceptarla es propio de una sociedad en decadencia. Muchos socialistas tienen un nudo en la garganta, con un grito que no sale por responsabilidad, ¡con Bildu, no!, ¡con Bildu, no!; pretenden incorporarlos a la dirección de un Estado que quieren destruir. Me siento más lejos de Bildu que del PP". Criticó las concesiones a ERC: "El castellano se convierte en una lengua extranjera en las escuelas y se multa por rotular los comercios en español". Fue muy duro con Podemos: "Hay una izquierda reaccionaria en el Gobierno, dos ministros censuran al jefe del Estado y no son fulminantemente cesados, Sánchez ha tejido una tela de araña con tanto peaje que no se sabe quién manda aquí". Y señaló dos grandes errores. El de Rajoy en 2018, por no dimitir y ser sustituido por alguien de su partido. Y el de Rivera y Sánchez en 2019 por no formar una coalición estable con los 180 diputados que sumaron en abril.

Al final tuvo un desliz autocomplaciente. Afirmó que el PSOE siempre ha sido un partido disciplinado en el que se ha respetado la autoridad, pero nunca autoritario. Esta diatriba del todopoderoso jefe del aparato del PSOE entre los años 80 y 90 ha sido respondida con desdén desde el entorno de Sánchez. Adriana Lastra ha dicho que son una nueva generación y ahora les toca decidir a ellos. Es evidente que Guerra, que apostó a fondo por Susana Díaz en las primarias, no tiene influencia en la actual dirección socialista, pero sus palabras representan a buena parte del electorado moderado y de más edad de su partido. Sánchez ya estará preparando un giro al centro en cuanto cierre sus presupuestos. Veremos si Iglesias le deja.

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