HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

Guerras sentimentales

LO he citado muchas veces pero no me importa hacerlo de nuevo porque creo que las cosas importantes hay que repetirlas. El maestro Borges decía que la tendencia general del mundo es a ponerse de parte de la pobreza, la barbarie y la ignorancia: "Supongamos, por ejemplo, que hubiera una guerra de Suiza contra los esquimales. ¡Todo el mundo estaría a favor de los esquimales! Es un problema de sentimentalismo". Hay un ejemplo histórico real que corrobora el supuesto imaginado por Borges: la guerra entre el Imperio Británico y los boers, colonos sudafricanos descendientes de holandeses. Toda Europa se puso de parte de estos últimos. Hubo manifestaciones en las grandes ciudades y se les procuró armas y dinero. En realidad las manifestaciones eran para fastidiar a Inglaterra, el Imperio de hace un siglo largo. En 1900, escribe Carlos Pujol, ser progresista y humanitario equivalía a estar a favor de los boers.

Algunos notables y verdaderos intelectuales, Ibsen entre ellos, advirtieron que los boers representaban una mentalidad arcaica, racista y fanática "difícilmente conciliable con los ideales que pregonaban sus adalides en Europa". Reconociendo el espíritu de rapiña británico, convenían en que si alguien representaba a la civilización europea en el Trasvaal eran los ingleses. Todos los envidiosos del poder de Inglaterra, incluido el kaiser, ayudaron a los rebeldes calvinistas sudafricanos. Artistas e intelectuales europeos de más dudoso talento que los de entonces, sobre todo esos españoles de los que no hemos oído hablar en qué consista su arte y su intelecto, hacen campaña irresponsable a favor de la barbarie y en contra de la civilización, porque ahora toca apoyar a los palestinos para ser modernos y progresistas, cuando sabemos que la única isla democrática europea de la zona es Israel. Otro problema de sentimentalismo.

Hemos olvidado muy pronto el bombardeo de Nueva York, la voladura de los trenes de Madrid, el metro de París, las bombas de Londres, la masacre de la escuela de Beslán, las amenazas reiteradas contra un Al-Ándalus mítico y los atentados en todo el mundo. Hamás no es ajeno a esa cultura de la muerte como triunfo, a los valores del martirio y del dolor como purificación. No son ajenos tampoco regímenes tan alejados como el de Irán y Venezuela, Siria y Corea del Norte. Sus cómplices están en Europa, en ese saco tan ambiguo del arte y la intelectualidad donde caben todos los ineptos e ignorantes que se quieran. Y los llamó así porque me niego a creer que vivimos rodeados de perversos, que son quienes hacen el mal a sabiendas. Quienes siguen creyendo, o dicen creer, en que la víctima de la enésima y misma guerra es el neopueblo palestino, son los partidarios de las mentalidades arcaicas y fanáticas, de una dictaduras "populares" a las que aún no les han perdonado el fracaso.

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