Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Habitar la casa

La vivienda ya no es un lugar que habitar, sino un objeto con el que especular. Y el derecho, claro, desaparece

No se habla mucho de esto. Tampoco el Gobierno de Pedro Sánchez parece haberlo consignado entre sus prioridades. Ni la Junta de Andalucía, por cierto. Las víctimas, que las hay, quedan condenadas a un ingrato silencio por respuesta, a un encogerse de hombros, es lo que hay, qué se le va a hacer. Pero lo cierto es que, ahora que a sus señorías casi se les caen las manos de darse golpes en el pecho a cuenta de la defensa de las libertades y de los derechos de la ciudadanía, resulta que no hay derecho constitucional y humano, debidamente invocado en los textos fundamentales, más violado, negado y humillado que el derecho a la vivienda. Que existe, se reconoce, es sujeto a derecho y debe ser siempre tenido en cuenta. Pero no. Hoy día, dos personas correspondientes a aquello que se vino a llamar clase media, empleados por cuenta ajena, profesionales liberales, funcionarios, autónomos o adscritos a cualquier otra categoría de este abanico, que destinen un 30% de su sueldo a la adquisición o alquiler de una vivienda, no pueden hacerlo en el 90% del territorio español, salvo que la pareja en cuestión cuente con ayudas, avales y cables sustanciosos y externos. El mercado al que queda sometido el derecho se ha vuelto no selecto, sino directamente exterminador. Así que el derecho, en consecuencia, desaparece.

No se habla, insisto, o no se habla lo suficiente. Pero igual convendría empezar a hacerlo. Porque la sustracción del derecho a la vivienda a toda una generación puede tener consecuencias sociales y económicas de difícil predicción y de consecuencias terribles. Tan ocupados estábamos defendiendo identidades, tribus y banderas que siempre parecía que habría tiempo para las cuestiones esenciales. Pero no, ya llegamos tarde. Estremece oír a gente hablar sobre quienes siguen sumidos en la pobreza a pesar de contar con un empleo, pero estamos en condiciones de empezar a hablar sobre quienes, sin ser pobres, con ocupaciones justamente remuneradas y ampliamente reconocidas, no pueden ejercer su derecho a la vivienda porque existe todo un sistema financiero en contra. Porque la vivienda ya no es un lugar que habitar, sino un objeto con el que especular. Ya que nadie se toma en serio la chufla del arte contemporáneo, los tiburones han decidido lanzarse a esta piscina. Pero, cuidado, tan cómplices son los propietarios que alquilan sus viviendas con precios abusivos. Aquí, tiburón es el menos pintado.

Y quién sabe si una vez que empecemos a hablar de esto la defensa del derecho a la vivienda se convierte en materia política. Si no, a ver para qué sirve su ejercicio.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios