Habladurías

Fernando Taboada

Habla bien, habla mallorquín

TODAVÍA se pueden ver las pegatinas en algún escaparate: Habla bien, habla andaluz. Con este sencillo mandamiento nos alentaba una campaña institucional a los nacidos aquí para que habláramos como toca hacerlo en nuestra tierra, no fuera a ocurrírsenos decir las cosas en ruso, con acento de Teruel o con ese deje inconfundible que tienen los entrenadores argentinos. Se invirtió mucho dinero, pero la campaña fue un éxito porque los andaluces hemos nacido con un don especial para hablar en andaluz mejor que nadie. A las pruebas me remito. Compras un cupón y el ciego te responde en perfecto andaluz. Haces cola para traerte unas coquinas de la plaza y, no ya el pescadero, sino entre los mismos clientes, raro es el que no sigue a rajatabla las normas del ceceo. Pero es que si llamas al Instituto de Promoción de la Ciudad y por un casual te responden con acento gallego, puedes respirar tranquilo porque la voz que se oye al otro lado no pertenece a ningún oriundo traidor, sino a una señora natural de Orense que está trabajando allí.

Cubierta esta importante etapa en nuestra formación lingüística, las intenciones del gobierno autonómico van ahora encaminadas a que además seamos capaces de defendernos en catalán o en euskera. Más que nada para acabar con el desempleo. ¿Qué necesidad hay de crear puestos de trabajo cuando se puede enviar a los parados a regiones más prósperas? Pero es fundamental que los emigrantes se hagan entender. Todo sea por evitar que esa chica de Torremelgarejo que se va a trabajar al Ampurdán haga el ridículo pidiendo una jofifa para limpiar la mesa, que está enguachisná, o que el albañil de Bornos, desplazado a Ortigueira, diga que a él le da yuyu hacer un chapú en un bujío plagado de bichas.

La idea es excelente, pues los parados tienen todo el tiempo del mundo para estudiar y, naturalmente, entre aprender alemán, que ya lo hablan millones de europeos, o el chino, que es dificilísimo, será mejor dominar el vasco, que no lo habla casi nadie y es bastante útil. Lo mismo te vale para pedir trabajo en una ikastola de Elorrio que para comprar queso de Idiazábal en un caserío sin que se note apenas que no eres del mismo Bilbao.

Tanto preocuparnos por problemas que ya parecían endémicos y la solución estaba delante de nuestras narices. ¿Afecta la sequía al campo andaluz? Pues dejémonos de historias. Se enseña el bable a los agricultores y se les manda a Asturias, que allí llueve que es una bendición. ¿Abrir más hospitales? Son ganas de tirar el dinero, cuando en los servicios de Urgencias se pueden repartir diccionarios de danés-español, español-danés, para que a los pacientes les bajen la fiebre en Copenhague. Y si hay que dar un techo a todos los andaluces, ¿no será mejor, antes que construir tanta vivienda de protección oficial, impartir unas clases de mandingo? En Gambia, al parecer, las chozas están tiradas de precio.

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