Durante los fines de semana, tengo el gratificante hábito de la lectura de una serie de firmas favoritas de la prensa nacional. En el último me encontré con que, hasta en media docena de ocasiones, estos y estas columnistas abordaban desde diferentes ópticas el asunto de la falta de acuerdo político y la más que probable repetición de las elecciones, algo que hasta el momento en que escribo estas líneas se muestra como inevitable. Obviamente, después de las inteligentes aproximaciones de esos autores, poco puede uno añadir, pero desde mi modesto ámbito, no me resisto a expresar el hartazgo que la situación me produce. Estoy de nuevo a punto de declararme en huelga de escucha o lectura de noticias de la actualidad política con tal de no oír, una y otra vez, a esos ineptos políticos y a sus voceros autorizados. Qué cansancio. No sé si, como alguien ha apuntado, su incompetencia puede estar relacionada con el hecho de que ninguno de los líderes actuales -excepción hecha del actual presidente, pero ya sabemos que, mayormente, «en funciones»- ha tenido responsabilidades de gobierno, y puestos a no tener, no parecen poseer ninguna noción sobre sus obligaciones como los tales políticos que son. Aunque no parecen merecer tal dignidad, han sido elegidos para que nos representen, pero en su juego interno, semejan que lo han olvidado y juegan una partida muy particular en la que los intereses de sus respectivas formaciones parecen prioritarios. Entre las funciones que se les suponen está la de negociar, y en eso suspenden todos, por más que de manera infantil traten de echarse la culpa los unos a los otros. Comportamientos como este, infantiles, hay para llenar varias columnas. Pero tan solo permítanme que les deje una pregunta: ¿tienen alguna idea de cómo castigar esos comportamientos sin que, cansados ya, dejemos de cumplir con el ciudadano deber de votar en la próxima convocatoria?

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