Reconozco que este mes no ando muy al tanto de la actualidad política. Menos mal, porque con lo poco que me llega en ratos sueltos de atención, les confieso que estoy mas que cansado, harto y, por momentos, hastiado. Que uno sepa, ya han pasado las vacaciones y deberíamos haber regresado a la realidad, que es bien cruda y está muy necesitada de atención. Pero nada, nuestros políticos siguen con sus batallitas, como dijo el cura Chamizo en una ocasión. Los de la capital se han empestillado con los currículos académicos, que ya no saben dónde buscar para ver quién le saca más trapos sucios al otro. Pero, señores, quieren hacer el favor de dedicarse a hacer política de verdad o a gobernar en su caso, que es para lo que los han elegido y por lo que les pagamos, y bien, todos los ciudadanos. No, la única política que parecen conocer es la del desgaste del contrario, y para eso caben todas las armas, olvidados ya valores como la verdad y la honestidad, tan escasas en el panorama actual que resultan espejismos en esta enrarecida atmósfera. Impera, por el contrario, la mentira, para qué llamarla fake news, si no deja de ser más que eso, una falsedad, una patraña que se usa para enmierdar al adversario, con la consecuencia final de que todo se convierte en un lodazal pestilente. Esa es la realidad que nos trasladan nuestros políticos estos días, ofreciendo un nivel tan ínfimo que uno teme por las consecuencias que tan pobre ejercicio de la política pueda traernos, la desafección del personal y el auge del populismo como las más inmediatas. Con la mentira imperando en no pocos medios, parece regresar a la arena el gran maestro de la misma, nuestro héroe en Las Azores, representante, además, de la soberbia y la chulería, valores que parecen en alza. Dios nos coja confesados.

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