LA semana pasada dediqué esta columna a Susana Díaz, heredera in pectore de Griñán; a pesar de que le haya salido estos días algunos competidores, son más bien un atrezzo para legitimar las primarias; candidatos de cartón piedra. Me parece justo hoy escribir sobre los otros herederos, los de Arenas, que visto el panorama, tiene el PP que darse prisa en designar. Me imagino la escena más o menos así: se reunirán en Génova, Rajoy, Cospedal, Arenas, Soraya y alguno más a decidir el mejor candidato. Tiene que ser alguien del agrado de Arenas, obediente con Génova, absolutamente comprometido con el partido y con Rajoy, preferible que no haya recibido nunca ningún sobre, ni haya siquiera hablado con Bárcenas, que no sea un verso suelto (no nos vaya a salir otro Monago de la vida, o lo que es peor, otra Esperanza Aguirre), y que haya aplaudido las decisiones del aparato aun en los peores momentos. En definitiva, alguien que se deje aconsejar. Una vez elegido, (no será fácil, porque si le gusta a Arenas, no le gustará a Cospedal) se le sugerirá al PP-A; esa sugerencia será trasladada a las direcciones provinciales, y estos, en comité convocado de urgencia, y dando muestras de absoluta unidad, elegirán ¡oh sorpresa! al candidato por unanimidad. Una vez más, los militantes, haciendo gala de sentido común y de inteligencia, le dirán a Génova que el candidato seleccionado es el candidato de todos los militantes. Se le presentará en los medios en algún acto de partido como el mejor de los candidatos posibles. Les aseguro que eso es mejor que lo que ha pasado en el PP vasco, que pusieron a dedo a Quiroga, sin pasar por un Congreso, y es peor que la obra de teatro de las primarias del PSOE-A, que son más listos y están mejor dotados para el engaño. Lo que más molesta es que piensan que todo esto les sale gratis.