Hijo de David
La ciudad y los días
Símbolo apocalíptico es Jesús Nazareno, proclamando tras el fin de los tiempos : “Yo soy la raíz y la descendencia de David”
Unos años el día está gris y frío, otros Alfonso XII, al caer la tarde, es atravesado por esa vira de oro de la luz de las tardes de marzo por la que –como escribió Romero Murube y yo recuerdo cada año– viene Jesús Nazareno. Unos años los azahares solo son botones en los naranjos y otros han empezado a abrirse. Unos años marzo se ha echado ya a andar y otros –pocos: en lo que llevamos de siglo solo en 2002, 2019 y este 2024– lo abre el besapié de Jesús Nazareno.
En las puertas de las iglesias está puesta la sobria, hasta el punto de la modestia más extrema, convocatoria de los dos nazarenos con las caras descubiertas, como si fueran los de una fotografía antigua de una hermandad de capa, que flanquean las cinco cruces portando el libro de reglas que redactó Mateo Alemán y la espada del voto concepcionista, este último desplegando la cartela del Gloria Nazarenorum.
Preside la convocatoria el lema tomado de Isaías “Él llevó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores” que, cosas mías, encuentro más propio de San Lorenzo que de San Antonio Abad. Sobre el Señor del Gran Poder sí que pesan nuestras enfermedades y dolores. Él sí que es el varón de dolores experimentado en quebrantos, azotado, herido de Dios y abatido, cuya poderosa espalda podría empapar la túnica con la sangre de los latigazos. A Jesús Nazareno es el episodio del ciego que narra Lucas –en el que se le llama por su advocación como si se le estuviera viendo pasar por calle Francos una Madrugada– el que le cuadra mejor: “Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: ‘Pasa Jesús el Nazareno’. Entonces empezó a gritar: ‘¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’. Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’”.
Nadie que le vea cruzar la Madrugada sobre su galeón de oro puede dudar de la realeza de su genealogía: es del linaje de David. Jesús Nazareno es una imagen simbólica, no realista. No lleva la cruz, la abraza. Esta no es el madero sobre el que morirá, sino el rico símbolo de su resurrección que exalta dándole sobre su paso el protagonismo que corresponde a la primera titular de la Hermandad.
Símbolo apocalíptico es para mí Jesús Nazareno, proclamando tras el fin de los tiempos: “Yo soy la raíz y la descendencia de David”. Hoy es primer viernes de marzo en San Antonio Abad.
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