Rajoy ha dicho esta semana una frase de Perogrullo, incontestable. Que un gobierno estable necesita el apoyo de 176 diputados. Él no lo hizo, el suyo tenía detrás sólo 123 escaños, pero está bien que lo pregone. Para conseguir esa mayoría habría que irse al centro, un lugar imaginario en la política española. Sus teóricos moradores padecen un peculiar estrabismo. Tanto PSOE como Cs miran con un ojo a su ombligo y con el otro sólo en una dirección: el uno a la izquierda, con Podemos como socio preferente, y el otro hacia su derecha, al PP como aliado universal.

Ambos demonizan al otro por coqueteos hipócritas con fundamentalistas diversos, separatistas vascos y catalanes o ultraderechistas imperiales. Los de Ciudadanos se arreglan con Vox a la andaluza, es decir, se benefician de lo que pacta el PP con Abascal, pero ignoran el cambalache. Y los socialistas hacen lo mismo en Navarra; encomiendan negociaciones con Bildu a Geroa Bai/PNV y aprovechan la entente para sumar abstenciones a la investidura de Sánchez. Hay otros enredos. Los socialistas repiten la consigna de que sólo hay tres opciones para el resto de grandes partidos: o se suman a la investidura de Sánchez, o buscan una alternativa o se hacen a un lado. La primera es un mensaje a Podemos, su apoyo debe ser gratuito o barato; la segunda es una evidencia, no hay alternativa, y la tercera está dirigida a PP y Cs, para que se abstengan.

El voto de los españoles ha sido claro sobre quién debe liderar el gobierno, pero también sobre que no debería hacerlo en solitario. Un 21% del censo votó a Sánchez el 28 de abril, uno de cada cinco electores; un 28% de los votantes eligieron al PS, poco más de uno de cada cuatro, que se convirtieron en el 35% de los escaños, un tercio del Congreso. Con el mismo porcentaje en el Bundestag, Merkel hizo una coalición. A la altiva proclama del PSOE le falta esa cuarta pata. Sánchez sigue una tradición: ni Suárez, ni González, ni Zapatero, ni Rajoy hicieron gobiernos de coalición cuando estaban en minoría. Prefirieron pagar peaje a nacionalistas o regionalistas.

Bien es verdad que el otro socio de esa imaginaria coalición estable no está por la labor. ¿Cuál ha sido la aportación de Ciudadanos a la política nacional? Este partido emergió con cuatro premisas: socialdemocracia, liberalismo, regeneración y unidad de España. Primero renunció a las tentaciones socialdemócratas, su intransigencia creciente ha borrado las trazas liberales, y la regeneración se ahogó al sustituir el desgaste del PP por mal gobierno o corrupción. La principal aportación a la política nacional de Ciudadanos ha sido apuntalar al PP y mantenerlo en el poder, sobre todo en Madrid. De sus cuatro pilares fundacionales a Rivera le queda la foto de Colón.

El gobierno de coalición deseado por millones de españoles es una fantasía, víctima de la altanería de sus presuntos componentes. El país está huérfano de moderación. Y de modestia.

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