Este movimiento de Sánchez de quitar y de volver a poner el federalismo y las nacionalidades en su programa electoral ha resultado muy clarificador para quien quiera verlo. Mark Twain afirmaba que el hombre, quiera o no, dice siempre la verdad. Pedro Sánchez con su «Ahora, España» la ha clavado en todos los carteles, porque el acento no va en el «España», como pretende su marketing, sino en el ahora, como demuestran los hechos: ahora, sí; ahora, no, según.

Espero que nadie, ni el socialista más ingenuo, se sorprenda cuando Sánchez vuelva al Frankenstein al día siguiente de las elecciones. Se lo está preparando con mimo vergonzante pero evidente desde ahora. ¿O creen ustedes que la inacción del presidente y sus ministros ante los disturbios en Barcelona no está milimétricamente calculada? Desde la otra orilla, los esfuerzos de Rufián por amoldar la postura nacionalista son enternecedores.

Son las encuestas las que marcan el camino de este hombre obsesionado con el poder. Todo parece indicar que el empate de bloques entre la izquierda y la derecha exigirá los votos del independentismo para romperlo. ¿Va Sánchez a renunciar a esa oportunidad por principios? Cuando soñaba con la mayoría absoluta, todavía podía pensárselo. Ahora, no. Y ha metido, en consecuencia, lo del federalismo, claro está.

La única duda, por tanto, es el vacile de Iceta. Que Pedro Sánchez vacile (ahora España, ahora federalismo) está perfectamente en el guión, en su personalidad y en la estrategia. Pero ¿por qué presume Iceta de haber torcido «con presiones» [sic] la voluntad de su líder y de todo el PSOE? ¿Tan seguro está de su posición de poder, de la necesidad de los votos del PSC y de la imprescindible complicidad de ERC? ¿Se puede ser tan indisciplinado, presuntuoso y faltón? Sí, pero no.

En realidad, el vacile de Iceta es otra concesión al nacionalismo: un pago de arras, una provisión de fondos. El federalismo del PSOE humilla al centralismo del PSOE y el líder regional catalán impone políticas esenciales (no en plano de igualdad, sino de superioridad) al presidente del partido socialista obrero español. Pero, sobre todo, (y por eso nos afecta a todos los españoles) al presidente de España. Éste vacila y el otro le vacila y todo está trazado con mano firme de delineante, sin un borrón. ¿No vieron lo sincronizados que bailaban Iceta y Sánchez? Pues aquí, igual. Son pasos de baile vacilón.

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