Diario De las artes

bernardo Palomo

Iconografía de una época

LOS amantes del cine conocen, de sobra, la película 'Easy Rider', una obra de 1969, protagonizada por Peter Fonda y Jack Nicholson; junto a ellos trabajaba Dennis Hopper que era, a su vez, el director. La película se convirtió en el prototipo del género conocido como 'road movie', el cine de carreteras. Fue todo un éxito y, pronto, se la elevó a la categoría de película de culto y ejemplo de aquella contracultura americana de los años 60 que marcaría un tiempo de gran proyección. Dennis Hopper fue actor en películas de importancia; interpretó los personajes de Goon en 'Rebelde sin causa' y Jordan Benedict III en 'Gigante'. La historia lo sitúa en 'Johnny Guitar', en un pequeñísimo papel, el primero de su carrera cinematográfica. Yo lo recuerdo interpretando el personaje del galerista suizo Bruno Bischorberger en 'Basquiat', la película de Julian Schnabel.

Pero el cine sólo fue una parte de la abierta, compleja, controvertida y apasionante carrera de este, siempre joven, muchacho típicamente americano nacido en la profunda Kansas, en un pueblo llamado Dogde City. La fotografía le aportó, quizás, mucho más, sobre todo, porque le permitió observar y captar, de forma privilegiada, todo aquello que le interesaba. Parece ser que la carrera fotográfica de Dennis Hopper comenzó por indicación del propio James Dean que le aconsejó que para los encuadres cinematográficos sería bueno tener la visión que produce la fotografía.

Dentro de la espléndida programación de exposiciones temporales que el Picasso de Málaga nos tiene acostumbrados -probablemente de las mejores del circuito artístico español- se presenta una completísima exposición de este artista, prototipo de esa joven rebeldía de los años 50 y 60 en una América pacata que necesitaba -y, quizás, necesite- abrirse a unos horizontes sin tantas cortapisas. Pepe Lebrero, el director del Picasso malagueño, comisaría esta nueva espectacular exposición que nos sitúa en muchos aspectos que han llegado a convertirse en iconos de un universo que el cine, la fotografía, la publicidad -la cultura pop, en definitiva- han magnificado y hecho muy cercano.

La muestra, amplísima en fondo y forma, en cantidad y calidad, presenta cerca de ciento cincuenta obras, fotografías realizadas, la mayoría, entre 1961 y 1967, que nos hacen transitar por aquel mundo que Dennis Hopper protagonizaba. Así nos encontramos con mucha fotografía de carreteras y de todo lo que a ellas rodeaba, matrículas de coche, gasolineras, señales de tráfico, motos y motoristas; fotografías urbanas donde la realidad inmediata mostraba especialísimos encuadres; gente sencilla y anónima; personajes conocidos, sobre todo del mundo del cine -Paul Newman, John Wayne, Dean Martin, Bill Cosby, David Maqccallum, Jane Fonda- y de un universo artístico que él se sentía como miembro de derecho -Andy Warhol y todo lo de su esclarecedora 'Factory', james Rosenquist, Jasper Johns, Marcel Duchamp, Yoy Lichtenstein, Claes Oldenburg, Robert Rauschenberg, la pareja formada por Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle, Allan Kaprow y sus performances, Craig Kauffman y, por supuesto, su amigo y compañero de todo tipo de aventuras, el pintor Ed Ruscha-. En definitiva, un impresionante patrimonio visual que es la historia viva de la América de los años 60.

Dos aspectos más destacan en esta exposición de carácter poliédrico. Por un lado, un conjunto de piezas de distinta naturaleza plástica de los que eran sus amigos pintores y artistas cercanos a la estética pop: Robert Rauschenberg, Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Claes Oldenburg, Tom Wesselmann y Ed Ruscha; un conjunto de artistas que sacaron de la realidad una serie de objetos y los elevaron a la categoría artística. En este apartado, también, se encuentran presentes obras de Dennis Hopper, pinturas, esculturas y dos vallas publicitarias por él diseñadas.

En el segundo momento de esta realidad expositiva que completa la muestra fotográfica, nos encontramos con extractos de películas de Dennis Hopper, carteles de cine y hasta piezas musicales.

Se trata, pues, de un magnífico compendio de propuestas donde Dennis Hopper nos conduce por un mundo, no por conocido menos atractivo.

Gran exposición que recrea una realidad existencial llena de los máximos entusiasmos.

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