RIDÍCULA, la sarta de reacciones expresadas tras la vergüenza matinal del domingo junto al río Manzanares. Sin temor alguno a que el buenismo imperaante declare como políticamente incorrecto cuanto digo, me parece absolutamente timorato mucho de cuanto se está diciendo en esa avalancha de declaraciones que empezó poco antes de las diez de la mañana de un domingo que ya está enmarcado en negro para los amantes del fútbol.

Hay que acabar con la lacra que significan los ultras en los estadios y sus aledaños cacarean prebostes de todo tipo. ¿Y cómo se consigue eso, angelitos míos?Este problema es como un apéndice más en esta sociedad que hemos creado entre todos, no sólo un problema del fútbol. Pero como estamos en él, en lo que es el primer espectáculo del mundo, bien sea el civilizado o el otro, convengamos en que estos lodos vienen del polvo esparcido por los propios dirigentes de la cosa.

Servidor de Dios y de usted ha sido testigo de innumerables intentos con éxito de chantaje en esos viajes por toda la piel de toro. Dirigentes que se plegaban a las exigencias de lo mejor de cada casa bajo la amenaza de convertirle la existencia en un infierno. Sólo Joan Laporta encaró de frente a esta escoria a pesar de que le hicieron la vida imposible a él y a su familia. Ahora, Florentino intenta lo propio y también es salvajemente hostigado por esos patibularios de Ultra Sur.

Aquí tenemos muy reciente lo del pasado jueves en Rotterdam y mucha tinta se vertió criticando la actuación de la Policía holandesa. Bueno, pues visto lo visto antier en Madrid, ojalá la Policía española se hubiese mostrado tan expeditiva para neutralizar a los que iban a una cita bélica. De esa forma no estaríamos lamentando la muerte de uno de estos belicosos aficionados, entre comillas, al fútbol. Y la autoridad cacarea y cacarea, se diluirán los cacareos y hasta la próxima.