HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Ideas

Nunca han faltado las ideas en todo grupo humano por torpes que sea quienes lo conformen. ¡Será por ideas! "¿Qué estará ideando?", nos decían de niños cuando nos veían en silencio y sin alborotar. Hay ideas buenas y malas, brillantes y estúpidas, tan inteligentes que significan un avance técnico para la humanidad y, al mismo tiempo, un gran retroceso humano, y otras igualmente inteligentes que pasan desapercibidas y el tiempo se encarga de engrandecerlas. Así somos, casi siempre para nuestra desgracia. Ahora bien, tenemos la libertad, bien supremo que nos da ideas para influir en el destino propio, a elegirlo en buena medida, según las inclinaciones particulares. Y aquí es donde las ideas libres comportan un riesgo, de ahí que los sabios antiguos y modernos hayan recomendado a la juventud buscar la cercanía, el respeto y la amistad de los mejores. Para que una persona de inteligencia viva tenga ideas fructíferas no necesita esforzarse ni enseñar nada: su existencia, su presencia, es suficiente.

Las ideas políticas son aparte, nacen y viven aparte, porque en verdad no son ideas propiamente dichas, sino ocurrencias que pueden ser buenas o malas según el momento y la necesidad. Son pasajeras y nacen y mueren con la misma facilidad. Su éxito no depende tanto de la idea en sí, sino de las circunstancias sociales. No hace falta inteligencia para tener ideas políticas, en todo caso para resolver un problema político concreto. Los jóvenes son impresionables y se dejan influir por las ocurrencias políticas cuanto más irrealizables son. La juventud es utópica, sentimental y todavía pobre de mente. "Es muy pobre -decía una duquesa victoriana-, sólo tiene juventud y belleza." Pues ahí está su riqueza y su poder, malbaratados por lo general en los mercadillos de los viejos y feos mercaderes de las ideas políticas. Si no, vean las imágenes del congreso socialista.

Son tan pobres que ni siquiera tienen juventud y belleza como armas para ir tirando. Desean el igualitarismo para que todos sean viejos, feos y pobres espirituales como ellos. Un congreso de desaliñados y con sobrepeso para parecer obreros pobres; sin rectificaciones ni mea culpa, sin ideas ni juventud, sin belleza que ilusione y enamore. Una tristeza estética y moral. Los socialistas no han tenido opciones de huida a otra parte: estaban abocado a elegir entre dos males: volver a lo viejo y al endurecimiento mental o coger carrerilla hacia el abismo y descalabrarse. El freno a la evolución de las ideas está en el propio socialismo, una ideología del pasado que ha dado de sí todo lo malo de que era capaz. Lo poco bueno está ya en otros partidos y en el pensamiento general de las sociedades modernas. Las ideas y las estéticas artísticas y políticas mueren tras agonía lenta: hay socialistas todavía por la misma inercia que hay pintores abstractos.

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