Crónicas levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

Ídolos

Hace cuatro meses, Pedro Duque era un referente nacional, un español internacional; si no hubiese sido ministro, aún sería invitado a dar conferencias para dar muestras de su ejemplo. Dolores Delegado, también antes del verano, era una reputada fiscal, una servidora del Estado que hacía frente desde la Audiencia Nacional a la amenaza yihaidista. Hoy, el primero es un presunto defradaudor de Hacienda y, la otra, una bocazas temeraria con conocidos inquietantes. Me pregunto: ¿y si Induráin hubiese sido ministro? ¿O Nadal? ¿O Muñoz Molina? ¿Hubieran aguantado el examen público? Yo, desde luego, no: he pagado tarde las multas, el coche no ha pasado la ITV, he llamado narda a algunos, moros a otros, me he emborrachado y copié en la carrera. El gabinete de Moncloa se ha transformado en un cadalso para los autos de pureza, los próximos pueden ser Duque y Delegado, pero también otros más. Fue Pedro Sánchez quien colocó el listón seráfico, obligado porque su moción de censura contra Mariano Rajoy venía justificada por la limpieza política, pero también porque Pablo Casado no aguanta un examen más. Sánchez ha prometido una honestidad ajena al ser humano y se construyó un Gobierno de ídolos. Participemos de la acusación, disfrutemos, pero así la gobernación de un país es imposible.

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