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Cuchillo sin filo

francisco Correal

Ikurriña

LAS banderas son neutras, pertenecen al universo de lo simbólico. La prueba de la inepcia intelectual de enarbolar una bandera es que puede significar una cosa y la contraria. En ese sentido, cuanto más neutral sea la relación que mantengamos con los símbolos, más pasión estaremos poniendo en su defensa. A mí no me molesta, al contrario, ver la ikurriña en las encarpadas cuestas del Tour de Francia, recordarla con el detalle de Chillida en el pabellón de Euskadi en la Expo 92. Otra cosa bien distinta es la ikurriña que agitan los que aplauden a Arnaldo Otegi y su ridícula presencia en el Parlamento Europeo. Imaginen que a mediados de los años cuarenta, el general Gonzalo Queipo de Llano hubiera intervenido en una de las sesiones de Naciones Unidas ante la indiferencia de los mandatarios internacionales.

Mi partido es el de la dignidad de Marta Pagazaurtundua y Teresa Jiménez-Becerril erigidas en heroínas de un cuadro de Delacroix contra el verdugo sonriente y cariacontecido que fue cómplice ideológico de quienes apretaron el gatillo contra sus hermanos. Esa ikurriña me produce la misma repulsión que la rojigualda de quienes asesinaron a los abogados de Atocha. No hay dos Españas. Hay una España de gente decente y la escoria, la que chilla, domina el lenguaje simbólico, utiliza los resquicios que le abren los pusilánimes y da mucho por saco.

Bien mirado, no sólo me parece muy bien que esté la ikurriña en el auditorio del festival de Eurovisión sino que preferiría que nos representara una canción en euskera antes que claudicar ante la hegemonía del inglés. Soy muy de Sandy Shaw y Cliff Richard, pero en el cuarto centenario de la muerte de Cervantes no podíamos hacerle esa pleitesía a las alegres comadres de Windsor y a Palmerín de Inglaterra, uno de los personajes con los que se topan el cura y el barbero en su donoso escrutinio.

La bandera de Europa tampoco atraviesa su mejor momento. Treinta años después de la integración de España en la Unión Europea ondea en casi todas las instituciones. La idea de Europa está entrando en ese precipicio intelectual en el que lo símbolos significan una cosa y su contraria, la doble caricatura del anticapitalismo primario y de la xenofobia a la defensiva. Los dos radicalismos, como recordaba Chaves Nogales en A sangre y fuego, que están en la génesis de todos los enfrentamientos entre hermanos.

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