La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
Gafas de cerca
El plan, dicho en corto, es el siguiente: los ingresos y gastos del Estado previstos por los Presupuestos que se parieron con fórceps y extrañas coaliciones, cada uno con su "qué hay de lo mío", eran una trola y una patada a seguir... a seguir en el poder. El plan es, también, que no sólo hay un déficit presupuestario inesperado y muy grande, que contribuye a ocasionar un incremento insano -sobre todo para nuestros hijos- de la deuda pública, una losa que requiere de crecimiento para quitarla de encima. Sino que los gastos públicos se han disparado y los ingresos -impuestos- han menguado. Esa rata, ¿quién la mata?
Europa proveerá de flotadores, unos a fondo perdido, otros a crédito, y todos con condiciones: "Los dineros, España, no los inviertas o gastes en apagar fuegos de pensiones o sanidad o educación, o corto el grifo". El parlamentarismo serie B nos castigó esta semana con el anuncio de doscientos -o trecientos, o más- planes de aplicación de los fondos para la reconstrucción y la resiliencia de las narices. El coche eléctrico obrará el mangazo con causa: sus impuestos de usted y los míos ayudarán a que un vecino que quiera un coche reciba 7.000 pavos de gañote. Es para reflexionar. En fin, la cuenta no se cuadra sólo con el maná de Fráncfort -aún por aprobar por todos-, sino que exigirá, a saber, aumentar los ingresos y/o reducir los gastos públicos. Para aumentar los ingresos, o hay brío económico y consumo y se recauda más por IVA, o se aprieta a las rentas del trabajo -a las de siempre, desincentivando la prosperidad-… o se suben los tipos por Patrimonio, se recupera el retrógrado Sucesiones, se sube la gasolina a tope, se infla la factura de la luz con nuevos peajes.
Calviño, la sensatez técnica, dice: subidas de impuestos a corto plazo, de ninguna manera. La aguerrida Montero, que es la titular del negociado de impuestos, dice: vayamos, vayamos a subirlos ya. Sánchez, chitón: especialista en perfiles, es el típico dirigente que pone a sus subordinados a los pies de los caballos para no exponer su trasero. Es de mucho temerse que en España habrá que subir el IVA, o al menos eliminar no pocos tipos superreducidos. Habría -y es fácil decirlo- que haber subido los impuestos cuando la cosa iba bien. Y no en plena debacle: eso es dispararse los metatarsianos para mantenerse vivos. Por eso, parecía bien claro que la crispación de Calviño esta semana al negar -a Montero- un incremento de la presión fiscal es la clara muestra de su angustia. A ver lo que dura la vicepresidenta económica ahí.
También te puede interesar
La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
Otra vez
El microscopio
La Moncloíta, ¿y ahora qué?
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nada más distinto que dos hermanos
Lo último