La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Inesperada, arrolladora... ¡La Macarena!

Fíjense si es poderosa que ha irrumpido en este artículo sobre el despeñadero de agosto

El día de la Virgen es el punto más alto de la colina de agosto. Cuando tras él termine el puente que empezó ayer todo es ya descenso. Son 15 días, desde luego, los que van desde san Alfonso María Ligorio a la Asunción; como 16 son los que van de la Asunción a san Ramón Nonato (dicho en laico: del 1 al 15 y del 15 al 31). Pero es sabido que la conciencia del final acelera la percepción del paso del tiempo, encoge los minutos, achica las horas, acorta los días. Sucede en nuestras vidas, como si el puñetero tiempo cogiera más velocidad cuanto menos nos va quedando; y sucede con los períodos por alguna razón marcados por hechos y festividades que rompen la rutina, como este agosto que, al término del puente, empezará a despeñarse.

Solo conozco un caso en el que cuando todo va a consumarse, cuando ya se ha pasado el ecuador de la fiesta, cuando solo quedan dos jornadas para que todo acabe, el tiempo se detiene: es la Semana Santa de Sevilla. No sé lo que pasará en otras ciudades, pero aquí -Romero Murube lo captó y expresó como nadie lo ha hecho- "cuando ya la noche parece consumida en la más dura penitencia, y todo es llanto, dolor, amargura y muerte, surge de pronto, inesperada, arrolladora, desbordada, cristalina, radiante entre sus luces temblorosas, riente, viva, humana y celestial a un tiempo, la Macarena". Y entonces, cuando Ella se aparece -porque siempre, como escribió Joaquín, parece surgir de pronto, inesperada por mucho que se la haya esperado- todo lo que parecía que se despeñaba hacia su final es un nuevo principio, todo lo que parecía consumido renace y el tiempo se detiene porque, por un instante, ese muro al que llaman muerte se ha cuarteado y la eternidad se ha desbordado sobre el tiempo, deteniéndolo en un instante que dura, no una vida, sino todas las vidas, la nuestra, la de los nuestros y las de los que vendrán cuando nosotros ya no estemos aquí, pero vivamos.

Fíjense si la Esperanza única de los mortales, la Macarena, es poderosa que ha irrumpido aquí, en este artículo sobre el despeñadero de agosto que se iniciará la tarde honda y triste del día 15, pozo con olor a nardos cansados, sin que me lo propusiera, "inesperada, arrolladora…". Porque escribir sobre el paso del tiempo es, para todo aquel a quien Ella le viva por dentro, hacerlo, inevitablemente, sobre la que para y templa la embestida del tiempo porque manda sobre él.

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